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La islamización de la primavera árabe

Escrito por: María Cobos
Marzo - Abril 2012

Los islamistas encarnan el poder político con la preocupacióndemujeres y minorías para construir sociedades libres y democráticas

Las proclamas de la llamada “primavera árabe” de “pan, libertad y justicia social” basadas en la protección y respeto a las libertades fundamentales y los derechos humanos, el establecimiento de la gobernabilidad democrática y la participación activa de la sociedad, han recaído según los resultados electorales de Túnez, Egipto y Marruecos en los partidos vinculados a los Hermanos Musulmanes, principal fuerza organizada y beneficiaria del cambio de los regímenes en la región árabe. El resultado es que la islamización se asienta en el poder político y una de las tareas de las Asambleas Constituyentes será la elaboración de nuevas Constituciones sin intromisión de la sharía (ley islámica), que se ve como una amenaza para las libertades y los derechos humanos.

En el movimiento ciudadano que no responde a ninguna consigna, ni tiene que ver con ningún movimiento islamista, ni con partidos políticos, han participado jóvenes capacitados pero desesperados, mujeres a las que se les vulneran sus derechos, clases medias acuciadas por la crisis; juntos han desfilado laicos, cristianos, musulmanes y minorías, cuya principal aspiración es reclamar un Estado de Derecho que demanda cambios radicales de gobiernos, elecciones libres, nuevas constituciones y democracias reales. Aperturas democráticas que han venido en llamarse “Cuarta ola de la democratización”.

Laicos e islamistas se han movilizado por unas elecciones legislativas transparentes que han dado la mayoría, en todos los parlamentos donde se han realizado, a los Hermanos Musulmanes o hermanos en la fe, en sus diferentes versiones, y muchos laicos y liberales tienen miedo de que éstos no ofrezcan una democracia real sino un integrismo islámico que pudiera hacerse con toda la región y llevara al traste la construcción de sociedades inspiradas en ideales democráticos, libertad de prensa, elecciones libres, justicia social y oportunidades para la ciudadanía.

Las minorías tienen miedo a un gobierno del Corán que no respete sus creencias; los liberales miedo a que se realicen reformas superficiales y se siga como antes y las mujeres, miedo a que la transición no conlleve un cambio de mentalidad que no las humille. Desde numerosos sectores laicos se pide una ley de partidos o ley electoral que impida presentarse a partidos integristas con el fin de que la moderación sea la que rija los designios democráticos.

El balance hasta ahora ha sido: Gobiernos derrocados (Ben Ali en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto) y guerras civiles (por la caída de Gaddafi en Libia y de Al Assad en Siria). El cambio más o menos pacífico, aunque con cientos de personas arrestadas y algunas asesinadas, se ha producido en Marruecos, Argelia, Jordania, Yemen, Arabia Saudí y Bahréin.

Túnez

Es el primer país que se levantó contra la dictadura y que contó con el símbolo de la revuelta que se propagaría por la región árabe reclamando dignidad, justicia y porvenir para sus habitantes; el mártir fue el joven Mohamed Bouazizi que se suicidó a lo bonzo ante la sede del Gobierno Civil de Sidi Bouzid (a 285 kilómetros de Túnez), cuando el régimen cerró su puesto de frutas y hortalizas, del que vivía su familia. Túnez es el primero, tras la Primavera Árabe, con unas elecciones libres a cuyas candidaturas se han presentado 110 partidos políticos con 11.686 candidatos, la mitad de ellos mujeres por obligación de la ley; y donde los elegidos conformarán los 217 escaños de una Asamblea Constituyente que tendrá como objetivo redactar la nueva Constitución democrática y designar a un gobierno.

Estas elecciones democráticas las ganó –con el 41% de los votos– el partido islámico moderado de Ennahda (Renacimiento), cuyo líder, Rachid Ghanouchi, pasó 22 años en el exilio. En un libro de Azam Tamini sobre el pensamiento de Rachid, éste dice que entre sus ideales se encuentra un sistema político basado en la voluntad de la mayoría, elecciones libres, prensa libre, protección de las minorías, igualdad de los partidos seculares y religiosos, y la plena consecución de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos. En su programa de gobierno recalca el derecho de la mujer a la dignidad, la educación, el trabajo y a participar en la vida pública.

Egipto

Desde 2004 existía una movilización política contra Hosni Mubarak con huelgas y manifestaciones en protesta por un sistema corrupto y por la eliminación total de una oposición política. Toda esa revuelta culminó el 25 de enero de 2011 cuando la ciudadanía decidió salir masivamente a la calle de forma pacífica y civilizada. Se considera uno de los levantamientos más importantes del mundo en cuanto a número de participantes ya que se calcula que el 11 de febrero participaron 12 millones de personas.

La revolución egipcia fue posible porque el ejército decidió no actuar contra los manifestantes y esa “revolución tutelada militarmente” ha generado desconfianza. El resultado es que por primera vez se forma el primer parlamento elegido de forma democrática tras seis décadas, con la victoria de los Hermanos Musulmanes con casi la mitad de los escaños y otra cuarta parte en manos de los salafistas, más radicales, de Nour; teniendo ambos partidos el 70% de los escaños del parlamento y cuya principal misión será designar a los 100 redactores de la nueva Constitución.

El Partido de la Libertad y la Justicia, formación política de los Hermanos Musulmanes, después de medio siglo proscrito ha anunciado que no es un partido religioso sino un partido civil con referente islámico que defiende la instauración de la sharía y se niega a que una mujer o un cristiano asuman la presidencia de Egipto.

La sociedad egipcia se encuentra con que el Consejo Militar desconfía de la credibilidad y capacidad de los partidos políticos para poner en marcha por sí solos una democracia viable, lo que significa que esa democracia puede estar tutelada por un ejército no grato para una sociedad que no quiere intrusismo militar como instrumento de cambio.

Marruecos, Jordania, Argelia, Arabia Saudí y Yemen

Hay países como Marruecos y Jordania que han utilizado un método preventivo y se han caracterizado por anticipar los efectos derivados del caso egipcio y de emprender unas iniciativas por voluntad de los monarcas para contener los riesgos y emprender las reformas necesarias antes de que fuera demasiado tarde: Marruecos trata de lograr una transición democrática efectiva que pasa necesariamente por el pluralismo y la apertura política con un programa de reformas constitucionales que recortan los poderes del rey, una convocatoria de legislativas en las que han ganado los partidos islamistas y una nueva Constitución que atribuye al jefe de Gobierno más poder, como es el de nombrar a todos los ministros excepto al de Asuntos Religiosos, que lo nombra el rey.

En Jordania el rey Abdalá II destituyó al gobierno en respuesta de la demanda popular de reformas políticas. Ha asegurado elecciones parlamentarias para este año con una nueva ley electoral con un mayor grado de representación.

En Argelia, el país más extenso y poblado del Magreb, su presidente Abdelaziz Bouteflika ya ha adelantado un proceso de reformas políticas y elecciones legislativas que servirán para iniciar los principales programas de desarrollo. Una alianza islámica será la que busque la victoria en el país.

En Arabia Saudí las protestas se iniciaron por la situación de pobreza tras las inundaciones, y, para evitar el contagio de las revueltas, el rey Abdullah ofreció un paquete de ayudas de 50.000 millones de euros con un aumento del empleo público y una ampliación de los beneficios sociales.

En Yemen, tras 32 años de mandato del presidente Ali Abdalá Saleh y numerosas revueltas, éste accede a dejar el Gobierno a cambio de inmunidad total para él y sus altos cargos. Acuerda elecciones con una particularidad: comicios con un solo candidato a la presidencia, su antiguo número dos, Abedrabo Mansur Hadi, lo que ha generado fuertes críticas de algunos de los movimientos que iniciaron las revueltas.

Libia

Libia sufrió una guerra civil y la intervención de la OTAN contra las fuerzas de Muamar el Gaddafi. La violenta represión del alzamiento contra el régimen y la victoria de los sublevados pusieron fin a un prólogo político con la ejecución sumaria de Gaddafi en Sirte. El proceso de democratización de Libia es una incógnita. De momento, un Congreso Nacional de 200 miembros daría vía libre a unas elecciones legislativas y una nueva Constitución para el 2013.

En Siria, esfumadas las promesas de reforma, la crisis sigue en ascenso con un régimen presidido por Bachar Al Assad que reprime y una oposición rebelde mayoritaria que ha fracturado la sociedad. Tras una dimisión en pleno del gobierno para calmar el malestar social, y al borde de guerra civil de las mayorías contra las minorías, o de los sunníes (casi el 80% de la población) contra los alauíes (10%), cristianos, drusos, chiíes y burguesía laica que tienen mucho que perder si cae el actual gobierno sirio. El joven presidente, parece que no quiso correr riesgos con reformismos que pudieran poner en peligro su régimen y ahora se ve sumido en una guerra civil.

La islamización de la política

Existe un islam político y los islamistas son los favoritos en todas las encuestas. Han ganado las elecciones en Túnez, Marruecos, Egipto y seguramente en las próximas de Argelia, pero sin embargo la victoria islamista se ve como una amenaza donde el islamismo radical e integrista pudiera recortar libertades, derechos y persecuciones a las minorías.

Un sondeo del Pew Global Attitudes aseguraba que el 95% de los egipcios se pronunciaba a favor de que el islam desempeñe un papel importante en la política. Ahora bien, ¿Son compatibles los Hermanos Musulmanes y la democracia? En Europa existen partidos políticos laicos y otros con matiz religioso como la democracia cristiana. Los Hermanos Musulmanes son más fundamentalistas y reivindicativos de la presencia del islam que el turco Justicia y Desarrollo (AKP), tienen una política reaccionaria en el terreno de los valores, la familia y la religión. Y, según han apuntado los resultados electorales, son los principales beneficiarios de una transición por vía institucional, lo que les supone una fortaleza electoral y social.

Los partidos políticos islamistas que ganaron democráticamente las elecciones tras la Primavera Árabe tendrían que evolucionar hacia la modernización y tienen como ejemplo de democratización a Turquía con un gobierno islamista, el AKP, que ha conseguido una democracia parlamentaria, el auge de la economía y relegar poderes al ejército.

Estos procesos deben ser necesariamente inclusivos, el futuro de la región árabe permanece todavía en la incertidumbre y pasarán todavía años hasta que veamos la dimensión democrática, o no, de estos Gobiernos, tras la Primavera Árabe.

 Participación de las mujeres árabes 

No les deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas.
Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora británica.

Se ha ignorado la lucha de las mujeres y se desconocen los problemas y desafíos que han afrontado no para reclamar igualdad, sino para obtenerla aspirando a cambiar por completo el sistema que las oprime y humilla por otro más justo.

Estos procesos de democratización de la región árabe no podrán decir que triunfaron si las mujeres, la mitad de su sociedad, siguen bajo la dominación patriarcal que las trata como a menores de edad de por vida. Las mujeres, con velo o sin él, tienen mucho que ganar en el terreno político aunque su presencia en estos gobiernos provisionales es minoritaria: tres participan en el gobierno tunecino desde ministerios tradicionales destinados a las mujeres, el de Familia y el de Salud; además de una subsecretaría de Estado. En Egipto han sido totalmente excluidas de la Comisión que reformará la Constitución, Comisión presidida por un miembro de los Hermanos Musulmanes; y en cuanto a su representación en partidos políticos, en Túnez han constituido el 50% de las candidaturas, obligado por ley, pero han sido discriminadas por los medios de comunicación.

Las mujeres en estas revueltas, (reconocida su implicación con un Premio Nobel de la Paz a la activista de yemen, Tawakul Kerman), han tenido las mismas reivindicaciones que los hombres en su lucha contra las dictaduras, aunque con retos específicos ligados a su exclusión social, al reconocimiento de los derechos de la mujer en cuanto a mejora de su estatus y a su plena incorporación en condiciones de igualdad en la esfera pública.

Estas mujeres han estado en la línea roja y en la retaguardia preparando pancartas, editando vídeos y escribiendo en las redes. Así un estudio de la Arab Thought Foundation manifiesta que la mayoría de los blogueros de los países árabes son mujeres (el 82% en Argelia, el 70% en los Emiratos Árabes y Qatar y cerca de un 70% en Arabia Saudí). Hay temor entre las mujeres por si los partidos políticos islámicos vencedores en las elecciones aplican la sharía como fuente de legislación lo que supondría un retroceso en los derechos humanos sobre todo los de las mujeres que las devolverían a su papel habitual en el hogar; llegado el caso, nunca se podrá decir que la Primavera Árabe triunfó porque la participación de las mujeres es uno de los indicadores para una democracia sana, inclusiva y participativa.©


María Cobos

Responsable de Comunicación. Fundación Intered


 

 

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