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El caso Snowden:

Escrito por: Carmen Fernández Aguinaco
Julio - Agosto 2013

Ensayo de guerra mundial

Puede parecer mentira que una sola persona pueda desatar un conflicto internacional de tales proporciones. Países tan diversos como China, Ecuador, Islandia, Rusia, Venezuela, España y Alemania han intervenido en disputas que, según del lado que se miren por unas razones u otras, resultan totalmente paradójicas o a lo menos, irónicas. Veamos: por un lado, países democráticos y libres que proclaman respetar los derechos de los ciudadanos a su propia intimidad, son "pillados" en flagrante amenaza a tales derechos por medio de vigilancias de registros telefónicos y de internet. Tales países (Estados Unidos, Israel, Alemania, GranBretaña) comienzan la persecución y acusación de espionaje a la persona que destapó la trama, Edward Snowden. Países conocidos por sus abusos en derechos humanos y su falta de libertad de expresión (como China, Venezuela y Cuba) se ponen del lado de "la libertad de expresión" del perseguido...

Héroe para algunos y villano para otros, Snowden, con su carita de niño bueno, ha provocado una especie de guerra mundial incruenta pero con grandes consecuencias.

¿Quién es Snowden?

Un informático de Carolina del Norte que no llegó a graduarse de escuela superior, pero consiguió su diploma de equivalencia, se había alistado al Ejército, pero se rompió las dos piernas en un accidente de entrenamiento, y pasó a trabajar como guardia de seguridad en unas instalaciones secretas de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés). Posteriormente empezó a trabajar en la CIA como experto en seguridad informática. En 2007, la CIA lo destinó a Ginebra, como agente con protección informática. Tras abandonar la CIA, en 2009, pasó a trabajar para una consultora privada, dentro de unas instalaciones de NSA en una base militar estadounidense en Japón. Pasó luego a trabajar para el contratista de defensa Booz Allen Hamilton, en Hawai. Según él mismo dice, vivía una vida muy cómoda, con un salario bastante alto. Según el periódico The Guardian, es apasionado de la privacidad y apoya organizaciones que abogan por la libertad en Internet. Y, según sus propias declaraciones en el mismo periódico y el Washington Post, hizo lo que hizo porque "no puedo, en conciencia, permitir al gobierno de EEUU destruir la privacidad, la libertad en Internet y las libertades básicas de la gente de todo el mundo con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto. No quiero vivir en una sociedad que hace este tipo de cosas. No quiero vivir en un mundo que registra todo lo que hago y digo". Es interesante, por tanto, que acudiera a pedir asilo político a... China, entre otros muchos países.

En mayo de este año, se le concedió a Snowden una excedencia temporal de su trabajo para recibir tratamiento para su epilepsia. Viajó a Hong Kong, desde donde realizó la primera filtración de documentos según los cuales Estados Unidos habría requerido a la compañía Verizon que entregara todos sus datos telefónicos al FBI. Además, concedió una entrevista a The Guardian y a Der Spiegel según las cuales Alemania e Israel estarían también implicados en proyectos de vigilancia e incluso de creación de virus cibernéticos dirigidos a sistemas informáticos sospechosos de transmitir información contra estos países.

Para algunos, Snowden es un héroe que arriesga muchísimo por defender sus convicciones y por proteger a otros de daños físicos o psicológicos. Para otros, es un narcisista que pretende atraer la atención hacia sí mismo. Los narcisistas están convencidos de que las reglas morales y éticas no se les pueden aplicar a ellos. Snowden asegura que no ha hecho nada malo, pero conoce bien las consecuencias, ya que tuvo la precaución de salir de territorio americano antes de hacer sus declaraciones.

La conversación en la calle

Sin duda las filtraciones han desatado toda una polémica sobre seguridad contra privacidad de los ciudadanos y, sobre todo, ha causado toda una ola de desconfianza en el gobierno. Como dicen algunos, el problema no es Snowden, sino un gobierno que se inmiscuye en todos los asuntos de los ciudadanos. El problema que aterra, continúan, no es todo lo que sabe el gobierno sobre los ciudadanos, sino lo que sabemos nosotros sobre el gobierno... y el, por lo tanto, alteradísimo nivel de confianza que se pueda tener. El debate sobre la seguridad y la privacidad –que en realidad resulta un tanto sorprendente, considerando que las compañías mercantiles tienen toda la información imaginable sobre hábitos de consuymoi y eso no ha provocado un gran debate nacional– es, para algunos algo muy necesario y los acontecimientos de Snowden han provocado una debate social urgente. Dice Amy Davidson en The New Yorker que Snowden es "la razón por la que existe hoy en nuestro país un debate sobre la privacidad y los límites de la vigilancia doméstica. Ya era hora de ello; yo habría esperado que hubiera surgido a partir de un autoexamen por parte de la Administración de Obama, o por una verdadera supervisión del Congreso". Y continúa diciendo: "También hemos sabido que James Clapper, Director de Inteligencia Nacional, mintió descaradamente al Senado cuando dijo que la NSA no registraba "a sabiendas" ningún tipo de dato sobre millones de estadounidenses. Y nos han recordado lo decepcionante que puede ser el presidente Obama. Eran cosas que el público se merecía saber". La Administración de Obama se excusa diciendo que estas medidas son necesarias para prevenir el terrorismo. Por alguna razón tal argumento no convence plenamente a muchos...

El debate ha destapado, además toda otra serie de sistemas de vigilancia que ya estaban presentes –y ni siquiera ocultamente– pero a las que el pueblo no parecía haber prestado mucha atención. Están, por ejemplo, las cartas de seguridad nacional, por las que los sistemas informáticos, como Google o los sistemas de telefonía, están obligados a entregar datos cuando se les piden. Además, el FBI puede poner legalmente escuchas en los teléfonos y tal capacidad se puede extender ahora a Internet. Existen, además, las cámaras de seguridad, no solamente en edificios, sino en muchas calles de las grandes ciudades (y no sólo de Estados Unidos. En Nueva York hay unas 3.000 cámaras en las calles, diseñadas para controlar infracciones de tráfico, pero Londres tiene 500.000). Por otra parte, con la nueva ley de sanidad, los datos de todos los pacientes estarán centralizados para determinar los privilegios y exenciones de los americanos en las prestaciones que ofrece la nueva ley. Los datos se compartirán con agencias federales, estatales, asesores, y organizaciones sin afán de lucro. Algunos dicen que quien no tiene nada que ocultar, no tiene por qué preocuparse por esta situación, pero otros afirman que tales sistemas, insidiosamente, van minando la libertad. Dice Julián Sánchez, especialista en tecnología y libertades civiles: "la presencia de la maquinaria de espionaje nos afecta y nos envenena... es lenta y sutil, pero las sociedades vigilantes, nos van formando inexorablemente para la dependencia, la ansiedad y la obediencia pasiva. Quizá nunca se escuchen nuestras llamadas o se lean nuestros correos, pero se vivirá sabiendo que pueden hacerlo y si tienes algo digno de esconder, no habrá dónde hacerlo". Y se pregunta si es ésta la clase de sociedad que se desea.

A vueltas con el asilo político

Pero uno de los puntos más delicados de todo esto quizá no sea tanto las escuchas y todas las consecuencias que podría tener la filtración en sí, sino la complicada situación de relaciones internacionales que ha provocado la petición de asilo político de Snowden. Ya desde Hong Kong, Snowden comenzó a pedir asilo político, primero a Islandia y luego a una serie de países, aduciendo que su regreso a Estados Unidos podría suponer la cadena perpetua o incluso la condena a muerte. Se dirige a Rusia donde se argumenta que no tienen tratado de extradición con Estados Unidos, pero que tampoco le van a dar asilo político. En Islandia, Austria, Francia, España e Italia se niega el asilo político ya que para solicitarlo hay que estar de hecho en el territorio. Estados Unidos retira el pasaporte a Snowden, con lo cual se hace muy difícil que viaje desde Moscú. Entretanto, parece que Ecuador se inclina a ofrecer asilo político, pero recibe grandes presiones por parte de Estados Unidos para que no lo haga y aunque el país asegura categóricamente que no acepta presiones de nadie, al fin no concede tal asilo a Snowden. Pero unos días más tarde, sospechando que el avión que transporta al presidente de Bolivia lleva también a Snowden, Portugal y Francia niegan el aterrizaje para repostar, lo cual crea una enorme fricción entre Evo Morales y los países europeos, incluyendo a España, que había dado permiso para aterrizar en Canarias, pero al no hacerlo el avión a su debido tiempo, se niega de nuevo. Bolivia llama a los embajadores en esos países a consultas a La Paz.

Por su parte, Venezuela afirma que ofrece asilo político a Snowden, en una maniobra de apoyo de Nicaragua, Cuba, Bolivia y Ecuador. Aunque a algunos estas tácticas les suenen algo histriónicas, lo cierto es que a los países europeos no les interesa en absoluto –ya que va contra sus propios intereses de seguridad nacional– alterar el delicado equilibrio internacional incluso con países de posiciones muy contrarias. Pero se mantiene el peligro de que Snowden continúe hablando. Si extrajo los datos tan sencillamente como en USB, lo más seguro es que tenga muchos más datos que pueda revelar. Glenn Greenwald, el periodista de The Guardian que se puso en contacto con Snowden ya el pasado febrero asegura que Snowden ha tomado precauciones para que los archivos estén lo suficientemente duplicados como para que se puedan publicar todas las historias. Greenwald asegura que en la actualidad, los archivos están codificados de tal manera que las personas que tienen los discos no pueden acceder a ellos, pero que, si algo le sucediera a Snowden, habría una manera de poder abrirlos. El hecho de que haya copias, y la amenaza contenida en las palabras de Greenwald propone un nuevo desafío a los sistemas de inteligencia americana, que en estas últimas semanas ha hecho un enorme esfuerzo para recuperar los archivos y evaluar el daño producido.

No se sabe cuántos documentos habrá sacado Snowden, pero sí se sabe que salió de Hawai con cuatro portátiles que le permitían acceso a algunos de los secretos más guardados del gobierno de Estados Unidos. Se piensa que las transferencias no autorizadas de datos son bastante comunes y es difícil controlar que las prohibiciones sievan para algo.

Por ahora sólo se ha conocido una mínima parte de lo que Snowden podría tener en los cuatro portátiles y en un dispositivo USB, cuyo uso en la NSA está restringida a ciertas personas que podrían necesitarlo por administrar sistemas. Snowden podría haber sido una de esas personas. El pasado marzo, Snowden dio una presentación de power point de 41 diapositivas al The Guardian y al Washington Post. Tal presentación no se ha publicado por completo. The Guardian también tiene información sobre otro programa de la NSA llamado
"Boundless Informant", así como unas instrucciones presidenciales secretas. No se sabe bien cómo pudo Snowden hacerse con la orden a Verizon para entregar los informes. Lo que sí se piensa es que lo que ya ha asomado es solamente la punta del iceberg, y que ambos periódicos están tomando precauciones para no publicar más allá de un límite de seguridad. Incluso se comenta que personas como Greenwald, el periodista del Guardian, que defiende la transparencia y está en cierto modo del lado de Snowden, se muestra mucho más conservador y asegura que no van a difundir los métodos tecnológicos de la NSA. Snowden exigía que se publicara todo, pero los dos periódicos se resisten a hacer tal cosa. Pero la verdad es que esa información está ahí y que existe el peligro de que se difunda con consecuencias que en este momento solamente la NSA y el gobierno podrían imaginar.

¿Cómo terminará la saga? Posiblemente en Venezuela como lugar, pero con resultados muy inciertos no sólo para Estados Unidos, sino para la política internacional.©


Carmen Fernández Aguinaco

Colaboradora de la revista Crítica - Desde Chicago -.


 

 

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