
Edvard Munch

Un grito contra el horror
Este año se celebra el 150 aniversario del nacimiento del célebre pintor noruego Edvard Munch (1863-1944), autor entre otras obras de El grito (1893) una de las pinturas más expresivas, más conocidas y desgarradoras que haya aportado el arte a su historia en el siglo XX. Esta obra, desde su sencillez compositiva, desde su vigor cromático y de trazo, desde el horror que refleja el rostro de la figura situada en primer plano, no deja impasible al espectador. Sólo falta conocer la frase que transcribimos y que anotó el autor en su diario para explicar la angustia, la soledad e impotencia que transmite: Estaba allí, temblando de miedo. Y sentí un grito fuerte e infinito, perforando la naturaleza... Y es que la vida de Munch fue una auténtica tragedia contra la que parece rebelarse al pintar ésta y otras obras como: Niña enferma (1885-86), Melancolía (1892-93), El beso (1895), Angustia (1894) y la Danza de la vida (1899-1900) con la que ilustra una concepción eminentemente pesimista del destino humano.
El artista, a través de notas autógrafas, llegó a manifestar lo siguiente: La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna. Él, mejor que nadie, con esta triste definición supo describir su traumática infancia y adolescencia, vigiladas bajo la mirada de un padre severo cuya religiosidad era casi demente y una dura e infeliz juventud en la que su madre y su hermana mayor murieron de tuberculosis. Esto, unido a la angustia vital y a la incomprensión que sufrió durante el resto de su vida, debido a sus avanzadas ideas sobre ética y moralidad sexual, le forjó una personalidad difícil y polémica. Por ello, es posible que su pintura sirviera de válvula de escape ante tanto dolor e incomprensión padecidos ya que, si contemplamos algunas de sus obras veremos que la enfermedad, la muerte, los celos y el despertar al sexo aparecen insistentemente en su creación. Con los temas tratados en sus composiciones llegó a expresar las neurosis que le acosaban.
Ahora bien, no todo fue negativo en su vida, al menos para su faceta artística. Estos funestos aconteceres, unidos a una tremenda crisis motivada por su inestabilidad mental, aportaron mayor contenido, experiencia y calidad a su arte hasta el punto de que el pintor llegó a afirmar: No rechazaría mi enfermedad, pues le debo en buena medida mi arte. Munch, debido a sus nefastas vivencias, plasmó de forma impecable los estados psicológicos extremos con una intensidad que roza lo frenético y con una convicción sin precedentes. La mayor parte de su obra pictórica surgió como fruto de experiencias vividas. Todas tienen su origen en el estado de ánimo del artista, en la tensión, en la soledad, en la angustia mental. Situaciones que el pintor manifiesta mediante una distorsión ilimitada y violenta de los colores y las formas. Rasgos propios del estilo expresionista del que Munch y Van Gogh lograron erigirse en sus dos principales exponentes. Aunque Munch en sus viajes a París recibiera la influencia de los impresionistas y simbolistas, optó preferentemente por definirse a través del Expresionismo, corriente de la que fue, como decíamos, uno de sus impulsores, más aún, cuando sus temas presentan y poseen una carga emocional desinhibida, sus formas son distorsionadas, su trazo es vigoroso y su cromática fuerte y viva. Este "Año Munch" arranca en Noruega con exposiciones en varias ciudades, desde su natal Loten hasta Oslo.©
Francisco Vicent Galdón
Colaborador de la revista Crítica - Arte -.

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En este número, Crítica lleva a cabo una radiografía sobre la familia en nuestro país, aunque los nuevos modelos y unidades familiares ocuparán el grueso de nuestro monográfico se da una visión amplia de todos aquellos problemas y conflictos que se dan dentro del seno familiar, como siempre aportando una visión multidisciplinar apoyada y respaldada por prestigiosas firmas especializadas en el tema.
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