
Los Descendientes

Director singular, Alexander Payne no entiende su oficio acuciado por la imperiosa necesidad de rodar una película cada año para estar en el “quién es quién” de la industria. Todo lo contrario: rueda cuando tiene algo que contar y por cierto lo cuenta magníficamente.
Desde la sobresaliente “Entre copas” habíamos perdido la pista de este director siempre recomendable. Ahora vuelve con “Los descendientes” en la que de nuevo habla de lo que más le gusta: la condición humana no sometida a experiencias extraordinarias y sí a una rutina que descubre al individuo como es: deliciosamente imperfecto. A veces heroico, otras cobarde, unas leal en otras ocasiones incoherente y, en la mayoría de las ocasiones, tremendamente perdido en cuento a su relación con él mismo y con el mundo.
El desencadenante de la trama de “Los descendientes” es el accidente que sufre la esposa del protagonista. Éste, aún sin superar el desconcierto al saber que está en coma, decide recuperar la relación con sus hijas. Este esbozo es la invitación a adentrarnos en la condición humana de un hombre devastado, que acumula deudas vitales consigo mismo y con su entorno, que duda, que es aparentemente incapaz de resolver los conflictos que se le van amontonando como si se empeñaran en recordarle su fragilidad, a él, que antes del accidente parecía tan sólido en sus imperfecciones. Y la familia se nos revela como un campo de minas en el que no es fácil gestionar los problemas de los hijos provocados por situaciones que también comparte, o ha compartido el padre que ahora parece incapaz de ofrecer una hoja de ruta mínimamente solvente.
Comedia negra, drama humano, “Los descendientes” es una cinta tremendamente generosa con el espectador: es didáctica sin que se note, entretenida, desbordante e ingeniosa, mordaz en ocasiones, en otras tremendamente sentimental sin llegar al sentimentalismo. Y la gran virtud de Payne es ofrecernos todo ese abrumador abanico de virtudes desde la mayor sencillez narrativa. Su naturalidad es la mejor herencia de un director mayúsculo que, sin embargo, no se da importancia. Esta cinta huele a Oscar y, sin los pronósticos no fallan, se llevará un buen puñado de ellos. Hay que destacar el magnífico trabajo de George Clooney, un actor con aroma clásico, al que ningún papel le viene grande. Clooney presta su humanidad a un personaje complejo que él moldea sin aspavientos. Gran actor para una gran película.©
LOS DESCENDIENTES
Director: Alexandrer Payne.
Intérpretes: George Clooney, Shailene Woodley.
Cecilia García
Colaboradora de la revista Crítica - Cine -.

Repaso a nuestros miedos
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