
A propósito de Llevyn Davis

Siempre es una buena noticia que los hermanos Coen estrenen una película. Aunque no esté entre las mejores de su filmografía, sus cintas son superiores a la mayoría de los títulos que se estrenen esa temporada. Lo que ocurre con "A propósito de Llevyn Davis" es que, encima, estamos ante un filme soberbio, entre lo más selecto y destacable de su obra, por lo inesperado de su temática –muy lejos aparentemente del mundo de los Coen– y sus habilidades fílmicas que nunca dejan de sorprender.
Los Coen fijan su mirada en Llevyn Davis, un joven cantante de folk que vive en el Nueva York de 1961 universo de Greenwich Village en 1961. Con su guitarra a cuestas acurrucado contra el frio de un invierno implacable en Nueva York, el joven lucha por ganarse la vida como músico y hace frente a obstáculos que parecen insuperables. Sobrevive gracias a la ayuda de sus amigos o de desconocidos a cambio de pequeños trabajos, de los cafés del Village. A un club desierto de Chicago, sus desventuras lo llevan a una audición para el gigante de la música Bud Grossman antes de volver al lugar de donde viene.
Estamos, pues, ante una historia de supervivencia, mucho más compleja de lo que parece. El personaje, contradictorio, egoísta, tierno, fieramente humano, es un luchador, también un caprichoso y, sobre todo, un artista, lo que moldea su carácter y no siempre para bien. Los Coen recurren a la comedia más inteligente para mostrar algunas aspectos de su vida. No es asunto baladí porque la sonrisa del espectador no oculta el tremendo poso de tristeza que deja la película. No faltan los momentos surrealistas, que algunos pueden incluso considerar ridículos, que adorna la obra de estos hermanos. Quienes lo vean así se equivocan, porque son vitales para valorar su capital cinematográfico. Estamos, en fin, ante una película que hace un extraordinario retrato psicológico de los personajes, poliédricos, ricos aún en la pobredumbre de algunos. Es imposible no rendirse ante la riqueza ética y estética de los Coen, que vuelve a demostrar que el cine contemporáneo sería mucho más aburrido sino existiesen ellos. Una vez más, logran descolocar y sorprender al espectador, algo de lo que ya se han olvidado directores más acomodados. Ellos no, ellos siguen considerando el cine, más que una profesión, una vocación.©
A PROPÓSITO DE LLEVYN DAVIS
Director: Joel y Ethan Coen
Intérpretes: Oscar Isaac y Carey Mulligan
Cecilia García
Colaboradora de la revista Crítica - Cine - .
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