Antes del anochecer

Para la generación de los que estamos en los cuarenta, hubo una película independiente, de formato pequeño y gran cine dentro que nos dejó marcados: "Antes del amanecer". En ella, dos jóvenes se encuentran en Viena, viven una noche en la que se conocen a partir de diálogos plenos de sensibilidad, lucidez y desconcierto y con ellos se están construyendo el futuro. La película se convirtió en un trabajo personalísimo de Linklater que, junto a los actores Hawke y Delpy iniciaron una alianza creativa que se reforzó con una segunda película, "Antes del atardecer", que recreaba el encuentro, varios años después, de esta pareja en París. Ahora la trilogía finaliza con "Antes del anochecer".
El hombre de acero

Son incontables las versiones cinematográficas de "Superman", aunque quizá las más recordadas fueron las que se rodaron a finales de los setenta y principios de los ochenta con Christopher Reeve como protagonista. ¿Es necesaria una nueva revisión del superhéroe en el descreído siglo XXI? No, pero tampoco molesta. La historia es de sobra conocida: la evolución de un niño al que sus padres descubren que tiene poderes y su posterior doble identidad: el tímido periodista Clark Kent encubre al valiente y moralmente superior Superman, que protege al mundo y, en especial, a la ciudad de Metrópolis, un trasunto blanco de Nueva York.
Concebida como una superproducción para alegrar la taquilla en los meses mortecinos del verano, "El hombre de acero" sólo puede ser ambiciosa en un aspecto, el visual, puesto que pocas innovaciones se pueden añadir al argumento. Es verdad que se nos presenta a un héroe más humano y dota a su protagonista de más trascendencia. Es, por así decirlo, un pelín más oscuro. Pero Snyder sabe que el espectador potencial no le pide un estudio psicológico de Superman y sí un festín de efectos especiales para que la película tenga una patina visual convincente, más aún en estos tiempos de las películas 3-D.
En otro país

Pocas actrices europeas son tan respetadas como Isabelle Huppert. Cómplice de Claude Chabrol y últimamente del director austriaco Michael Haneke, se han convertido en un seguro de vida para los cineastas que cuentan con ella. La francesa, a su vez, siempre ha sido amiga de proyectos arriesgados e inconformistas que responden a esa frase tan certera como hinchada de cine de autor. Huppert también es una actriz de autor en el sentido de que su filmografía nunca ha respondido a criterios comerciales.
La penúltima muestra es En otro país, una cinta sencilla, que no simple, dirigida por un director tan recomendable como el coreano Hong Sang-soo, que lleva años filmando una filmografía tan exquisita como singular.
En otro país, es una película en la que el director aborda sin pomposidades la mezcla de culturas. Las protagonistas son una joven y su madre que huyen de una ciudad costera para eludir las deudas. La joven empieza a escribir un guión para un cortometraje que tiene como protagonistas a tres mujeres que se llaman Anne. Las tres llegan a Mohang y allí reciben la ayuda de la dueña del motel donde se hospedan y la de un socorrista que vagabundea por la playa.
El gran Gatsby

Había mucha expectación por visionar la célebre obra maestra de la literatura firmada por F. Scott Fitgerald adaptada por el tan excesivo como barroco y torrencial Baz Luhrmann, al que no se le puede negar, también, sus fascinantes puestas en escena –para algunos epidérmicas– y su capacidad como narrador visual.
Sea como fuere, no se arredró ante una nueva –lo cierto es que esta novela nunca ha tenido demasiada suerte cinematográfica– adaptación que tenía como principal atractivo la presencia de DiCaprio, un actor que desde que decidió tomarse su carrera más en serio y no acomodarse rodando películas taquilleras ha crecido como intérprete sobre todo a partir de sus colaboraciones con su principal mentor, Martin Scorsese.
¿Qué se va a encontrar el espectador que vaya a ver El Gran Gatsby? Pues sencillamente un espectáculo, con un poquitín de trastienda, sobre un hombre y un tiempo que se ha mitificado con razón: los años 20, preludio de la derrota económica, bélica y moral que supusieron los años 30 y 40, donde sobre todo los estadounidenses perdieron su inocencia.
Grandes esperanzas

Con "Cuatro bodas y un funeral", Mike Newell se situó en el mapa de Hollywood, como un más que solvente director de comedia. Sin embargo, su carrera no se ha quedado en ese estereotipo: ha dirigido drama como "Donnie Brasco", la superproducción, "Harry Potter y el cáliz del fuego", y, ahora, "Grandes esperanzas". Son múltiples las adaptaciones de esta obra de Dickens al cine. La más innovadora fue la que firmó Alfonso Cuarón que la ambientó en la actualidad. Newell, sin embargo, ha sido más ortodoxo y se ha ceñido a los cánones clásicos para ofrecer al espectador una puesta en escena elegante y envolvente, aspectos en los que los cineastas británicos son modélicos. Dominan como pocos la puesta en escena de las adaptaciones literarias.
A su favor también cuenta con un elenco de altura. Para quien esto escribe, sólo la presencia de Ralph Fiennes en una película hace que ésta merezca las penas dada la intensidad y el empaque que le da a todos los personajes que interpreta. En esta cinta defiende con dignidad, talento y profesionalidad al anónimo protector del Pip, el protagonista, al que le da el dinero necesario para su ascenso social. Aunque su presencia en el filme es breve, son suyas las mejores escenas.