Hijos de las nubes

En una época en la que el cine, salvo algunas honrosas excepciones, ha perdido su capacidad de denuncia y de mostrar con fidelidad y espíritu crítico la sociedad en la que vivimos, Hijos de las nubes vuelve a reivindicar el cine combativo y analítico que sitúa en el epicentro de la pantalla las situaciones más incómodas que raramente encuentran acomodo en los periódicos.
Este notable documental, en el que está presente, no omnipresente, la figura de Javier Bardem habla de un conflicto muy cercano al actor, al que le pone la voz y el rostro cada vez que tiene oportunidad. El actor ha puesto su condición de estrella internacional al servicio del pueblo saharaui. Con un tono marcadamente didáctico Hijos de las nubes habla de forma directa y rotunda sobre la agitación política y social que vive en estos momentos el norte de África, la “primavera árabe” y como ésta ha pasado de puntillas –y no precisamente por la apatía de los implicados– por el Sahara Occidental, una de las últimas colonias, en el que se vive un clima prebélico que mantiene desplazadas a centenares de miles de personas en campos de refugiados.
Titanic

El reestreno de ”Titanic” señala el futuro del cine concebido como el acto de ir a ver una película en la gran pantalla: o la producción es en tres dimensiones o simplemente no existirá en la cartelera. La culpa hay que buscarla en el mercadeo ilegal de películas y, sin duda, en los nuevos hábitos de los espectadores que, más comodones, han dejado de considerar que ir al cine es un evento. Lástima para los que consideramos que sigue siendo un ritual. “Titanic” provoca todas estas reflexiones y también es una de las ejemplos más sólidos de por qué el cine todavía tiene sentido como espectáculo de masas que, si se quiere disfrutar en toda su plenitud, tiene que ser visto en una sala previo paso por la taquilla.
Los Descendientes

Director singular, Alexander Payne no entiende su oficio acuciado por la imperiosa necesidad de rodar una película cada año para estar en el “quién es quién” de la industria. Todo lo contrario: rueda cuando tiene algo que contar y por cierto lo cuenta magníficamente.
Desde la sobresaliente “Entre copas” habíamos perdido la pista de este director siempre recomendable. Ahora vuelve con “Los descendientes” en la que de nuevo habla de lo que más le gusta: la condición humana no sometida a experiencias extraordinarias y sí a una rutina que descubre al individuo como es: deliciosamente imperfecto. A veces heroico, otras cobarde, unas leal en otras ocasiones incoherente y, en la mayoría de las ocasiones, tremendamente perdido en cuento a su relación con él mismo y con el mundo.
Los idus de marzo

George Clooney pertenece a esa estirpe de actores, véase Robert Redford, que tras triunfar como galanes demuestran ser unos actores con trastienda que no se conforman con ofrecer su mejor perfil o sí, pero no precisamente el físico. Ya en “Buenas noches, buena suerte”, Clooney demostró que es un director con empaque, con cosas que contar y, lo que es más importante, que sabe cómo contarlas. Y sí, por ahora, sus películas se nutren de buena parte de su ideario político y de sus inquietudes como ciudadano.
En “Los idus de marzo” tiene como protagonista a un joven que empieza a trabajar como director de comunicación de un candidato que se presenta a las elecciones primarias del Partido Demócrata. Poco a poco empezará a descubrir lo bajo que se puede caer moralmente con tal de lograr el éxito. Estamos, pues, ante una fábula contemporánea con moraleja incluida.
The Artist

En 2012, ¿puede una película muda llevar a espectadores a las salas, convirtiéndose en un éxito de crítica y de público? Rotundamente sí, aunque pareciese improbable. Desde su primera proyección en el Festival de cine de Cannes, los críticos saludaron “The Artist” como una de las películas más importantes de este curso cinematográfico, un guiño a los cinéfilos y amantes del cine y un nada desdeñable ejercicio de nostalgia sobre los inicios del cine, la inocencia que destilaban sus películas y el tremendo drama que se cernió sobre algunos actores que fueron incapaces de transitar la evolución del cine mudo al sonoro.