
Teatro Nacional estrena director

Tras los años, interesantes a mi juicio, de Sergi Belbel como director, el Teatre Nacional de Catalunya recibe a Xavier Albertí. Albertí, director, actor, gestor, compositor... hombre de teatro total en una palabra, es un nombre frecuente en los escenarios. Su presencia en la dirección, autoría, colaboración es garantía de sorpresa y hasta de incógnita: "¿por dónde saldrá esta vez?".
Toca todos los géneros: ha dirigido las tres últimas obras del veterano Josep María Benet i Jornet; nos ha asombrado con la creación y dirección de El dúo de la Africana (nada que ver con Fernández Caballero) y, junto con Lluïsa Cunillé, ha creado la divertida y disparatada Assajant Pitarra (Ensayando Pitarra); ha dirigido la ópera de Xavier Benguerel Jo, Dalí y ha homenajeado con su versión, dirección o participación a figuras del teatro tan varias como Passolini, Tennesse Williams, José María de Sagarra o Jacint Verdaguer.
Ha comenzado la temporada con la declaración de que desea que el teatro sea un lugar de reflexión de la cultura escénica conectada con la música, el cine, las conferencias, los recitales... y ha presentado un programa acorde con esto. Buena parte de ese programa se dedica a Serafí Pitarra, pseudónimo teatral de Frederic Soler, dramaturgo y empresario que consolidó la tradición dramática catalana. Además reabre la Sala Tallers como un laboratorio de nuevas creaciones, y nos ha sorprendido con un espectáculo de apertura dedicado a homenajear los "géneros" del antiguamente célebre Paralelo: la revista y las variedades. El espectáculo ha sido Taxi... al TNC, y la sorpresa relativa. Creo que todos esperábamos algo más o menos así, y lo hemos disfrutado. Su última dirección, acabada de estrenar en la Sala Pequeña del TNC, ha sido la obra de Harold Pinter, Terra de ningú (Tierra de nadie). Sus actores: Lluís Homar, Josep María Pou, Ramon Pujol y David Selvas.
Esta tierra de nadie es, lujoso pero sobrio y casi aséptico, el salón de la casa de un escritor de éxito (Josep María Pou), presidido por una gran vitrina-licorera visitada con prodigalidad. En esta tierra de nadie que es también la soledad humana, dos hombres intentan encontrarse a través de las palabras, en el supuesto desconocimiento mutuo en la primera escena, en el supuesto reencuentro en la segunda. Pero el escritor célebre que invita a su casa esa noche a un individuo que también se dice escritor y que ha encontrado en la calle, no consigue (no lo consigue ninguno de los dos) el diálogo. El anfitrión se encuentra ante un desbordante conversador que monologa o ante un testigo de su propio monólogo que, con su silencio atento, (extraordinario Lluís Homar) no se sabe si asiente al recuerdo compartido o si finge conocimiento para su propio provecho.
Es una obra de palabras, en la que cada uno de los cuatro personajes habla desde sí y, en el fondo, para sí. Palabras cargadas de denso desencanto, de pensamientos más que de humanidad. Cuando las palabras aluden a hechos personales se recrean en la crueldad y en el desprecio insultante. Ni siquiera el abyecto ofrecimiento de sumisión final parece otra cosa que un intento vacío, que se sabe fracasado de antemano.
El autor nos introduce en su mundo ambiguo e indefinido, terreno de hombres que buscan en el lenguaje una ayuda para su vida personal y grupal. Es una obra profunda, dolorosa y terrible, pero tal vez necesaria.©
María Jesús Ramos
Colaboradora de la revista Crítica - Teatro -.

La corrupción en España
La corrupción ocupa de nuevo el segundo lugar en la lista de problemas de los españoles, detrás del paro, "Entender y combatir la corrupción en estos tiempos", "Corrupción (y) política", y firmas como la de Santiago Álvarez Cantalapiedra están recogidos en éste número.
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