
¿Esperanzas para los perdedores?

Reflexiones en tiempos de crisis
En estos últimos tres meses, han ido apareciendo en los teatros de Barcelona espectáculos cuyos héroes, o antihéroes, parecen salir o hundirse en el mundo de los perdedores. Algunos de estos espectáculos siguen en cartel, otros anuncian su vuelta. En ellos hay desde un clásico a una de las últimas “hornadas” de Pau Miró.
Son éstos, en el orden en que los he visto y me han ido, de algún modo, impactando.
El primero fue Shakespeare, un Coriolano frio y amargo, que carga las tintas en el descrédito de la democracia y en la aterradora demagogia de los tribunos de la plebe. En el Lliure de Montjuïc, con un reparto desigual dirigido por Alex Rigola.
En el Teatre Romea, la obra de Wajdi Monawad, canadiense de origen libanés, Incendis fue la siguiente. Y no es una historia más en torno a la guerra y su brutalidad. Esta tragedia bélico-familiar, además de su total contemporaneidad, busca un apoyo en el mito antiguo y, a mi parecer, termina demostrando que el héroe (o el antihéroe) no necesita que el sino le domine a su pesar; no, el ser humano ha demostrado que no necesita de nada para ser capaz de crear su propia tragedia y la de otros.
La obra ha sido construida con un sólido grupo de actores de la productora La Perla, dirigidos por Oriol Broggi y en el que brilla con luz propia, como siempre, Clara Segura. Con suerte se podrá ver otra vez este montaje en otoño y, según los planes, además de la gira por Cataluña prevista, se tiene la intención de girar por el resto de la península con la versión en castellano. Conviene mucho, muy mucho, estar atentos.
Al mismo tiempo, y con un guiño casi casero, en el Teatre Nacional se reponía un clásico catalán de comienzos del siglo XX (1921), Rei i señor (Rey y señor) de Josep Pous i Pagès. Es la tragedia de una familia del señorío rural, anclada en la tierra como la única riqueza que conoce y admite; tragedia que se desarrolla y genera en un patriarcado, tanto más brutal cuanto más convencido de su legítima razón y buena voluntad. Toni Clapés dirige a un espléndido grupo, encabezado por cuatro grandes actores: Lluís Soler, Roser Camí, Quimet Pla y Pep Cruz.
Y desde la frontera más cercana, llega una obra de Bernard-Marie Koltés, dirigida por Patrice Chereau e interpretada por Romain Duris en su idioma original, La nuit juste avant les forêts.
Fue un encuentro de pocos día en el Teatre Lliure de Gracia.
Un tremendo monólogo de soledad, miseria y muerte de un hombre abandonado, ignorado, despreciado y humillado hasta el aniquilamiento que, sin embargo, se niega “a dejarse ir” sin ser oído, escuchado, reconocido como ser humano.
Y cerrando el ciclo, por ahora, también en el Lliure de Gracia, la obra, escrita y dirigida por Pau Miró, Els jugadors (Los jugadores). Y los jugadores son nada más y nada menos que Andreu Benito, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch y Boris Ruiz.
La temática de esta obra es la que menos nos sobrepasa, la que más cerca podemos sentir, lejos de la historia pasada y lejos de otras fronteras. Aquí en nuestro tiempo, en nuestra misma calle o bloque de vecindad se desarrollan pequeños-grandes dramas que cada día podemos conocer: el profesor desacreditado, el actor sin trabajo, el sepulturero a su pesar, el barbero en paro. Hombres en los últimos años de su vida laboral que ven cómo se hunden sus vidas disminuidas. Hombres, mas que amigos, aliados, y más que aliados, compañeros de juego. Que buscan en esos ratos de partida la poca cordialidad, la poca sociabilidad de la que aún son capaces. Hombres desesperados que son capaces de concebir y llevar a cabo un disparate que, sorpresivamente, parece tener éxito. Y que, una vez conseguido su propósito, son capaces también de jugarse el resultado a una carta.
Pobres hombres cotidianos, lastimosos y entrañables.©
María Jesús Ramos
Colaboradora de la revista Crítica - Teatro -.

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