
El pueblo más divertido, ¡qué triste!

Con seguridad ustedes han conocido o conocen a algún tipo gracioso, simpático y divertido. Las mejores de estas personas con gracia, me parece, son aquellas que no son demasiado conscientes de su don (porque hacer reír y sonreír es un don). Lo son sin pretenderlo, gracias a su buen humor y a su ingenio y a veces también a su deseo de agradar. Seguramente también conocen al típico pelmazo que ejerce de gracioso y que las más de las veces acaba en la patosería.
Bueno, pues lo siento por los dignísimos pueblos que han concurrido al espacio de TV1 titulado “El pueblo más divertido”. Si lo que acabo de escribir acerca de individuos se pudiera aplicar a colectividades, los que se presentaron en el susodicho programa entrarían de lleno en el tipo patoso.
Claro que no desentonaron del tono general. La presentadora, Mariló Montero, con una voz chillona y atropellada intentó con muy poca fortuna hacer creer que lo estaba pasando muy bien y que se divertía muchísimo, pero la impresión que dio fue exactamente la contraria. Por lo menos a mí y me temo que a la mayoría de los que conectaron pensando en un rato más o menos semejante al Grand Prix de Ramón García, de hace ya alguna década. Las críticas han sido bastante duras y “El pueblo más divertido” si no ha caído ya, caerá en breve de la programación por falta de audiencia.
Los humoristas españoles (pero ¿es que queda alguno?) estuvieron a la misma altura que la presentadora y aún alguno como Millán –que debería jubilarse urgentemente– peor si cabe. Y las supuestas pruebas de “mucha risa” fueron tan ridículas como el gag de la tarta por poner un ejemplo de lo que por repetido, ya no hace reir más que en un parvulario.
En fin, un fiasco en toda regla. Un fiasco que provoca alguna reflexión acerca de la alegría que, según algunos, es un atributo peculiar de nuestra idiosincrasia española.
Pues qué quieren que les diga. Que cada vez estamos más sombrones y patosos, queriendo sacar risas y sin conseguirlo. Claro que a lo mejor no es extraño, porque llevamos una temporada larga haciendo el tonto como pueblo, renunciando a la verdad de las cosas, sin más convicciones que las que proporciona lo políticamente correcto difundido por los medios y por ciertos grupos de presión, envejeciendo a ojos vistas –vean las tremendas cifras demográficas– embrutecidos con programas estúpidos y directamente enfermizos en la TV…
Y la selección española sin el “nimbo” de campeones… la euforia desatada en torno a jugadores y seleccionador se transforma en crítica. Así nos va. El pueblo más divertido a lo mejor está volviéndose triste. Y no estoy muy segura de que un nuevo Rey tan guapo y aparente pueda mejorar la situación…©
Virginia Fernández Aguinaco
Colaboradora de la revista Crítica - Televisión -.

Utopías del siglo XXI
El monográfico de éste número tratará de definir nuestra meta, aquello hacia lo que nos dirigimos, el motor que mueve el mundo, ese lugar que parece inalcanzable y parece alejarse un paso con cada paso que damos: Las Utopías del siglo XXI. El Ecosocialismo, el feminismo como utopía, las ideologías que abanderan utopías, la educación para todos, los Objetivos del Milenio marcados por la ONU, el movimiento de los indignados basado en otros mundos posibles, la economía sostenible, Movimiento por la Paz, el liberalismo, la utopía de vencer la enfermedad, la belleza y juventud eterna, el perfil de las personalidades utópicas…
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