De lo asambleario, las redes y los anunciantes

Salvo error, exceso creativo o política definida de provocación –véanse los casos Benetton– la publicidad no incorporará nada que no esté previamente asimilado por la sociedad o al menos por un sector significativo que suponga un nicho de mercado apetecible. Hemos de suponer, por tanto, que la “moda asamblearia”, no muy novedosa pero sí notoria desde el 15M y movimientos similares, goza de algún consenso social. Y ahí está la publicidad para ofrecernos en TV una versión grata y domesticada de esos modelos de participación ciudadana, en forma de anuncios de telefonía en los que grupos intergeneracionales, interétnicos, interclases, interculturales, etc., deciden tarifas gratis o baratas o vaya usted a saber qué. Bien está. Al final el sistema lo absorbe todo: la protesta, la contracultura, la rebelión… y acaba por neutralizar lo subversivo de algunas propuestas para que todo siga más o menos lo mismo.