
Dejarse mirar

¿Por qué un número monográfico sobre la compasión? ¿De dónde parte la necesidad de escribir –como decía Leon Tolstoi– sobre una de las más hermosas facultades del alma humana? Con demasiada frecuencia encontramos en la calle a personas pasando necesidad, pidiendo ayuda en cualquier esquina de cualquier calle. Personas a las que no conocemos, de las que incluso sospechamos (y con razón) que pueden ser presas de mafias, o explotadores de niños, o múltiples sinvergüenzas que hasta alquilan en la calle los mejores puestos para mendigar… Y como vivimos sin conocernos, hemos preferido crear lugares especializados para canalizar nuestra ayuda (ONGs, servicios sociales…), lugares que creemos ayudan responsablemente… Pero también aquí nos asiste la duda: ¿estamos colaborando al asistencialismo o a una verdadera promoción de las personas…? Y aún más, nos preguntamos de qué forman ayudan estas asociaciones… ¿cuál es su modus operandi? Porque sólo dar, es una actividad unidireccional, en la que la mano que da siempre está por encima de aquella que recibe. Ayudar así no genera dignidad ni en el uno ni en el otro. Deshumaniza, perpetúa la exclusión. Si deseamos una sociedad de iguales más vale que afinemos también a quién confiamos nuestra ayuda.
No pocos psicólogos y sociólogos coinciden en que el ser humano, ante las necesidades y el sufrimiento de los otros, no busca otra cosa que una recompensa emocional que mitigue su propio malestar. Muchos voluntariados pueden fácilmente no ser más que la compra de buenos sentimientos o simplemente la elección personal de aquel al que le resulta más fácil ir a echar una mano a un centro de enfermos de SIDA que quedarse en casa con su padre enfermo. Lo primero es expresión del yo y lo segundo es nuestra responsabilidad con los vínculos que tenemos. Buscar satisfacción es usar a los pobres como medio y no como fin. La satisfacción no genera relación, no genera vínculos. No es más que una forma de individualismo que mantiene intacta la exclusión.
Los hay también que huyendo de este enfoque hablan del derecho de los pobres a la ayuda, reconociendo que la pobreza es estructural y una responsabilidad social que hace necesaria una atención pública (la seguridad social y la red asistencial son ejemplos claros…), aunque en estos casos, la ayuda al necesitado por parte del Estado puede ser un medio para conseguir seguridad u orden en las calles, es decir, otra manera de utilizarles.
Y aún existe otro grupo de personas que se sitúan de forma diferente, son aquellos que plantean la ayuda no como un derecho de los pobres sino como un deber nuestro cuyo origen son nuestros ideales de justicia, nuestra salvación, etc., lo que sigue siendo un planteamiento individualista, un modo más de relacionarnos con nosotros mismos a través del necesitado.
¿Entonces dejamos de ayudar? Claro que no. Pero para que la ayuda sea integradora, ha de superar su carácter individualista, evitar la instrumentalización del otro, generar reciprocidad, vínculos y responsabilidades mutuas. Esta es la base de lo que llamamos compasión. La compasión es una pasión producida por el sufrimiento del otro, silenciosa y humilde de persona a persona, que nos sitúa en una especie de hermandad entre iguales. Que no permite a uno alzarse sobre otro. Nos dignifica a ambos. La solidaridad es la compasión operativizada.
La mejor ilustración sobre la compasión es la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Como bien dice Pedro Sarmiento, “era el hombre al borde del camino quien miraba”… el sacerdote y el levita miran pero no se dejan mirar. Sin embargo, la compasión del extranjero que pasó por allí surge del hecho de haberse sentido tocado, mirado, incluso a su pesar. ¿Quién fue ayudado, el herido o el samaritano…? A primera vista el herido, pero el samaritano salió beneficiado pues se le brindó la ocasión de poder expresar lo mejor de su corazón humano.
Manuela Aguilera
Directora de la revista Crítica

La Compasión
La compasión como fenómeno ambiguo, educar desde ella, ¿puede existir una economía compasiva? Género y compasión, relación con la ciencia... son algunos de los puntos de mira desde los que tratar la compasión. Un número dedicado a la más hermosa facultad del alma humana.
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