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La sostenibilidad parte de los bienes comunes

Escrito por: Luis González Reyes
Julio - Agosto 2012

La crisis ambiental está en el centro de la crisis económica y social que tenemos y, en consecuencia, los próximos cambios que vamos a vivir estarán marcados fundamentalmente por nuestras formas de relacionarnos con el entorno. De ahí surge la necesidad de concebir la sostenibilidad como un bien común desde la perspectiva de nuestra dependencia de la naturaleza y la necesidad de preservarla, y desde las limitaciones de la gestión privada.

Es básico entender que nuestra economía y la satisfacción de nuestras necesidades descansan directamente sobre el equilibrio de los ecosistemas. Por ejemplo, la fertilidad del suelo depende de los microorganismos, las abejas son indispensables en la polinización, muchas especies se encargan del control de plagas, los bosques regulan el ciclo del agua atrayendo las lluvias y depurándolas, la mayoría de los principios farmacológicos provienen de plantas, que además nos protegen de desastres naturales (como los manglares), y garantizan la seguridad alimentaria, regulan el clima y la concentración de CO2 en la atmósfera… Desde esta perspectiva, la preservación de la biodiversidad es clave al ser uno de nuestros seguros de vida básicos.

Otro ejemplo de la importancia del entorno para el ser humano serían las implicaciones del cambio climático. Cuanto más aumente la temperatura, más millones de personas tendrán dificultades para acceder al agua potable, el rendimiento de las cosechas irá disminuyendo y un porcentaje creciente de la población sufrirá inundaciones costeras . Pero las implicaciones del cambio climático también tiene fuertes repercusiones económicas .

Un último ejemplo de la dependencia del entorno sobre las sociedades es el agotamiento de los combustibles fósiles. Nuestra economía es tremendamente petrodependidente, desde la energía hasta la alimentación. De forma que un incremento del precio del este recurso básico conllevará, inevitablemente, el final del capitalismo tal y como se ha desarrollado hasta ahora .

En definitiva, la crisis ambiental tiene implicaciones directas y muy graves sobre las sociedades humanas. No somos seres independientes, sino íntimamente interdependientes de nuestro entorno.

La importancia de lo ambiental en la crisis múltiple actual

Actualmente vivimos una crisis múltiple que se entrelaza: ambiental, social, energética, económica, de cuidados… Uno de los elementos que detonan esa crisis ha sido el ambiental. Por una parte, la crisis del mercado de la deuda inmobiliaria se dispara porque el precio de los activos inmobiliarios toca un techo relacionado con que no era posible seguir manteniendo una demanda infinita de un recurso físico y, por tanto, finito (casas en este caso). Pero también está detrás del estallido de la burbuja el proceso inflacionario que incrementa los tipos de interés con los que habían sido suscritas las hipotecas. Esta inflación se dispara por el alza de precio del petróleo. Y este alza del precio del petróleo se debe, en una parte importante, a que nos encontramos ya en el cénit de producción del petróleo convencional1, momento a partir del cual el petróleo cada vez va a resultar más caro2.

Mirando con un poco más de perspectiva nos damos cuenta de que nuestra economía globalizada está fuertemente materializada y, por lo tanto, requiere de continuos aumentos en su consumo material y energético para su mantenimiento. Los datos a nivel global muestran que el consumo material de la economía mundial no para de crecer3 y que su composición es cada vez más de origen no renovable. Y lo mismo ocurre con el consumo de energía4, incluso en los años de crisis.

Todo esto se refleja en el aparato por antonomasia de nuestra sociedad “desmaterializada”: el ordenador. Para su construcción requiere unas 1.000 veces su peso y necesita más de 700 sustancias distintas5.

En definitiva, la economía capitalista tiene una fuerte adicción material y energética, y requiere de ese consumo creciente para su sostenimiento . Este último aspecto es crucial. Si analizamos el consumo energético en los últimos siglos descubrimos que la economía primero se basó en la biomasa, después se le añadió el carbón, a este se sumó el petróleo, luego el gas, la hidráulica, la nuclear… Cada vez se han ido añadiendo nuevas fuentes de energía y no se han eliminado las anteriores, cuyo crecimiento ha continuado creciendo.

La sostenibilidad de los bienes comunes

Ante el panorama de crisis ambiental sin precedentes, y de nuestra profunda dependencia económica y social del entorno, nuestro nivel de degradación de los ecosistemas será, es ya, una de las claves indispensables en el devenir de la humanidad.

Ante esto surge la necesidad de concebir una economía de la sostenibilidad de los bienes comunes. Un bien común es el que tiene esa titularidad pero, además, está disponible para todo el mundo y cuyo uso por una persona no impide que lo utilice el resto. O, dicho con terminología más técnica, que no es excluyente y no conlleva rival.

Que sea “no excluyente” quiere decir que no es posible discriminar quiénes lo disfrutarán y quiénes no mediante los precios, puesto que o no tienen precio o es asumible por todas las personas. El uso universal se produce con independencia de si se contribuye o no a su mantenimiento y/o protección.

Un bosque sería un bien común si se usa para pasear por él, ya que está a disposición universal y su uso adecuado no impide su disfrute por más personas ni por generaciones futuras. Otros bienes comunes serían el viento, la arena de la playa o los rayos del Sol; el entorno en definitiva.

Que algo sea un bien común no es debido a una característica intrínseca que posean, sino que tiene que ver más bien con la gestión que se haga de ese recurso. El bosque no podría ser considerado un bien común sin añadir la coletilla de “bajo un uso adecuado”. Realmente, bienes como los bosques pueden llegar a degradarse, a reducir su cantidad disponible o a ver mermada su calidad, si mucha gente pasea por ellos de forma indiscriminada o si se permite la tala masiva. Otro ejemplo podría ser el de la educación, ya que la masificación de las aulas (uso no excluyente) supondría una disminución de la calidad de la educación impartida (conllevaría rival).

De este modo, es necesaria una adecuada gestión de los recursos y los servicios para que puedan ser considerados bienes comunes. Esto implica una limitación en la utilización de determinados recursos, a los niveles en los que la naturaleza pueda reponerlos, lo que pone en el centro la gestión del recurso para poder ser considerado como bien común.

La gestión debería ser desde la colectividad. Es una tremenda falacia que la gestión privada sea la más adecuada para el conjunto. Es una mentira basada en observar solo un trocito pequeño de la realidad, el que tiene que ver con la tasa de beneficios individuales o, en el mejor de los casos, de un reducido porcentaje de la población. Es verdad que una gestión privada de un negocio, si se hace bien, genera pingües beneficios para quienes lo poseen. Pero, si abrimos la mirada, descubrimos que la búsqueda del beneficio individual ha provocado un incremento continuado de las diferencias a nivel planetario y de la degradación ambiental.

La gestión desde lo común es intrínsecamente más adecuada que la privada, porque es la que permite una mirada compleja sobre distintas facetas, es la que posibilita planificar a largo plazo. Es la única que puede tener en cuenta más factores que no solamente los de crecimiento (en el marco económico en el que estamos), y solo con ella es posible una gestión social democrática.

De este modo, si no conservamos nuestro entorno, estamos excluyendo a parte de la población presente y futura del disfrute de dichos bienes. Por ello se debe legislar en este sentido y garantizar el respeto a las normas en pro de la consecución de este fin. Esto no es limitar nuestra libertad, es incrementarla.

Lo que es escaso, lo que es frágil, lo que es fundamental para nuestra supervivencia, lo que está en el centro de políticas de justicia social, lo que puede ser una herramienta de poder, lo que implica una responsabilidad con el resto de seres vivos, no puede ser privado sino que debe ser de titularidad colectiva.

Para que todo esto sea posible es imprescindible que la sostenibilidad deje de ser la coletilla de los discursos y la actividad de un ministerio o departamento aislado. La sostenibilidad va a estar cada vez más en el centro de nuestra política, probablemente estará en el corazón de nuestras decisiones en los próximos decenios, lo que no quiere decir que tengamos que desatender otros aspectos básicos, como la lucha contra las desigualdades o por el incremento de libertad individual y colectiva.©

NOTAS
1. IPCC (2007): Climate change 2007. IPCC.
2. Nicholas Stern y col (2006): Informe Stern: La economía del cambio climático. http://digital.csic.es/handle/10261/10276.
3. Ramón Fernádez Durán (2011): La quiebra del capitalismo global: 2000-2030. Virus, Libros en Acción y Baladre.
4. Agencia Internacional de la Energía (2011): World Energy Outlook 2011. AIE.
5. Para mas información consultar la página de ASPO: http://www.peakoil.net/about-peak-oil
6. F. Krausmann, S. Gingrich, N. Eisenmenger, K. Erb, H. Haberl, M. Fischer-Kowalski, (2009): Growth in global materials use, GDP and population during the 20th century. Ecological Economics, 68, pp. 2696-2705.
7. Agencia Internacional de la Energía (2011): World Energy Outlook 2011. AIE.
8. Antonio Hernández, Águeda Ferriz, Yayo Herrero, Luis González, Charo Morán, Alberto Brasero y Ana María Ortega (2009): La crisis ecosocial en clave educativa. CIP.
9. Ramón Fernández Durán, Luis González Reyes, Luis Rico García- Amado (2008): Crisis global. Ecologista, nº 59.

Luis González Reyes

Miembro de Ecologistas en Acción


 

 

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