
Hacia un nuevo paradigma en la transmisión de la fe

De un tiempo a esta parte se habla de la necesidad de un nuevo paradigma porque el paradigma anterior no está funcionando adecuadamente. Esta constatación refleja que la realidad ha cambiado, que nuestros análisis no son suficientemente acertados y, en consecuencia, el modelo de iniciación a la fe no responde a los retos y a las expectativas que tenemos delante. Cabe concluir que lo que está en juego es el modelo de transmisión de la fe, no uno u otro aspecto del mismo.
Comencemos clarificando el término paradigma. Etimológicamente viene de la palabra griega formada por "pará" (junto) y "digma" (modelo). Th. Kuhn definió así el término paradigma: "Considero los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica". Y añade que todo cambio de paradigma es lento y dificultoso; además se necesita la sinergia de todos los actores implicados para su puesta en marcha. ¿Cuándo hay que cambiar de paradigma? Cuando el paradigma vigente no es capaz de percibir lo que sucede y de dar respuestas satisfactorias.
Algunos datos de la historia
A lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado varios modelos de iniciación a la fe. Simplemente les recordamos: el modelo de la Iglesia Apostólica, el modelo del catecumenado bautismal, del modelo de cristiandad y los intentos de renovación catequética en los siglos XIX y XX, con especial mención a la aplicación de las orientaciones del Vaticano II. Podemos afirmar que en los últimos años se han renovado métodos y contenidos, pero el modelo global de transmisión de la fe ha seguido siendo el de cristiandad. "En los tiempos en los que la Iglesia se identificaba con la sociedad global –a pesar de muchas contradicciones y contratiempos– la transmisión de la fe se realizaba de una forma casi automática, estando por lo demás los mecanismos de la transmisión integrados en el normal funcionamiento de la sociedad. Se había vuelto difícil comprobar el adagio según el cual uno no nace cristiano, sino que se hace cristiano. Con la distancia que otorga el tiempo, hemos de reconocer los inconvenientes de esta antigua situación"1. Ante este panorama compartido por muchos estudiosos del tema, necesitamos elaborar y aplicar un nuevo paradigma. Para ello disponemos de variadas y ricas reflexiones de algunos episcopados europeos, las cartas pastorales de Cuaresma de los obispos vascos y de Pamplona, las jornadas de AECA (Asociación Española de Catequetas) dedicadas al nuevo paradigma, las Jornada del I. S. de CC.CC. San Pío X con motivo de sus bodas de oro (año 2005, Revista Sinite n 141), algunas semanas del Instituto Superior de Pastoral, etc.
¿Cómo hacer que la invitación de la fe sea significativa para el ser humano de hoy?
Se trata de encontrar un modo de proponer la fe que responda a las preguntas y deseos profundos del ser humano de hoy, no pocas veces silenciados por el ambiente consumista y materialista que nos envuelve. Sin lugar a dudas, lo primero es trabajar para crear en el interior de las personas las "condiciones básicas" que posibiliten la apertura a la fe. Por eso, la expresión "transmisión de la fe" no es la más acertada, pues sugiere algo que funciona de manera casi automática. Al pensar así ingenuamente suponemos que se dan las disposiciones básicas para creer y que lo importante es ilustrar los contenidos de la fe. Necesitamos "re-pensar" y "re-presentar" la fe para que suscite interés y ponga a funcionar los dinamismos de búsqueda en nuestros interlocutores. Quizás la primera tarea evangelizadora consista en ayudar a reformular el imaginario social que prima en nuestra sociedad, y que se estructura en tres ejes: la dimensión secular del tiempo, lo cotidiano como valioso en sí mismo y el individualismo. La racionalidad resultante es funcional y utilitaria, poco sensible a la apertura a lo trascendente y al compromiso solidario. Esta constatación nos lleva a afirmar que la fe es, ante todo, un "arte de vivir" que necesita de comunidades vivas y acogedoras donde se acompañen las búsquedas personales. La evangelización es significativa si despierta los deseos profundos, si suscita preguntas, si toca el corazón y si ofrece alternativas de vida. El hombre contemporáneo necesita de profetas que le ayuden a "dilatar la imaginación" para que no quede preso de la inmediatez de lo inmediato.
Claves del nuevo paradigma
Los supuestos vitales en los que descansa la vida del ser humano actual han cambiado considerablemente. A la hora de elaborar un mapa de la fe las principales claves para nuestro mundo serían las siguientes:
1.Cuidar y cultivar las disposiciones personales que abren a la dimensión trascendente. El cardenal Newman decía que el “error fatal” es enfrentarse a la “verdad religiosa sin preparación del corazón”. Sin estas disposiciones básicas, el “reconocimiento” que es la fe es casi imposible.
2.Dios se comunica en lo profundo de lo cotidiano. Este aspecto lo desarrolló con amplitud K. Rhaner; su afirmación fundamental es la siguiente: todos los seres humanos son sujetos de la acción de Dios. La teología y la pastoral deben tratar de explicitar las conexiones entre el interior de la persona y los datos de la revelación cristiana. Somos “capax Dei” porque existencialmente estamos “sintonizados” con Dios. La prioridad de la acción pastoral de la Iglesia consiste en “despertar” el misterio de Dios desde el “misterio de la humanidad” (cf. GS 58).
3.Lo primero de todo es cómo podemos responder a la iniciativa divina que nos “ha provocado” (H.U. von Balthasar). La imagen que puede ilustrar esta clave es la de una madre que sonríe y cuida de su hijo; con el tiempo suscita en él una mirada y una sonrisa gozosa y confiada. Cuando se ama se supera la “fría objetividad” y se entra en otro dinamismo que abre a horizontes insospechados.
4.La fe como “conocimiento amoroso”. El ser humano contemporáneo vive muy centrado en sí mismo y en la exterioridad. ¿Qué nos puede abrir a la dimensión trascendente? Las experiencias de sentido y de enamoramiento son capaces de sacarnos del egocentrismo y de la mera dispersión. La fe surge cuando nos sentimos sorprendidos en el corazón y desbordados en la mente porque Dios nos ama de manera incondicional en Cristo Jesús. En consecuencia, el amor humano interpersonal es la referencia más apropiada para entender la fe como aceptación del amor de Dios. La confianza que manifiesta el acto de fe nos permite conocer más profundamente. Como Tomás el incrédulo estamos llamados a pasar del “observador obstinado” al encuentro interpersonal que implica todo nuestro ser.
5.Al Dios de Jesús se le encuentra en el empeño de transformación de la realidad. El compromiso empeñativo-transformador trata de traducir en realizaciones concretas el ideal que comporta el pensamiento utópico; para ello dinamiza las esperanzas más hondas de la humanidad. Cuando el compromiso solidario y la vida de oración se enriquecen mutuamente la fe avanza por el camino de la maduración evangélica. Cuando miramos el sufrimiento con “los ojos de Dios” algo significativo pasa en nuestro interior, pues la fe no es sólo cuestión de verdad, sino de libertad integral para todos (“teología del éxodo”).
Dinamismo para poner en marcha el nuevo paradigma
“Sin un nuevo arranque, sin un nuevo salto hacia adelante seguiremos yendo cuesta abajo en vez de cuesta arriba. Todo comienzo resulta costoso, también cuando se trata de un nuevo comienzo. Y este no es posible sin una radical reorientación del pensamiento” (W. Kasper).
ªªDe la transmisión de la fe a la propuesta de la fe. Nuestros contemporáneos se encuentran en un contexto de pluralismo divergente y tienen que elegir, a veces con pocas referencias, entre varias posibilidades. La desafección religiosa que “reflejan los estudios sociológicos nos muestran que los hijos ya no tienen las creencias y prácticas religiosas de los padres” (Ecclesia in Europa, 7). Esto supone un contexto de socialización de la fe radicalmente nuevo para el occidente cristiano. La “apropiación personalizada” de la fe exige una “gestación procesual” en ámbito comunitario. Es decir, supone el paso “de la pertenencia aceptada y no cuestionada a una participación elegida, fundada en una decisión consciente y que se desarrolla paso a paso” (Obispos de Alemania)2. El meollo de la cuestión es cómo la acción educadora de la Iglesia puede conseguir lo que dice Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: la evangelización trata de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación (n. 19). El único camino que hay que explorar es el de pasar de la “reproducción” por herencia a la “recomposición” por apropiación personal de la fe. En definitiva, la cuestión fundamental para las comunidades cristianas y para los agentes de pastoral es la siguiente ¿qué tiene que pasar por dentro de una persona para que llegue a profesar de corazón el Credo? ¿Qué tiene que suceder en una persona para que la palabra “Dios” cobre esa densidad de significado, esa calidad única que tiene en labios de los verdaderos creyentes, de los convertidos, y que hace que la realidad a la que se refiere trastorne la vida de quien la dice con toda verdad y no, como tantas veces sucede, “tomándola en vano”? Tiene que suceder: que esa realidad se haga presente a la persona de las mil formas en que puede darse su presencia invisible pero inconfundible; que el sujeto, tenga despierta su conciencia, abierto y dispuesto su corazón. Y, finalmente, que reconozca esa Presencia única en su entera originalidad, la acoja como el origen de su vida; como la realidad a la que apuntan sus preguntas radicales, como la meta a la que se dirige la flecha en permanente vuelo de su inquietud. Para que esto ocurra tiene que suceder que el sujeto llegue al fondo de sí mismo, y descubra, reconozca, “realice”: “Todas mis fuentes están en ti3”.
ªªLos tres desafíos catequéticos del nuevo paradigma. Según el experto D. Villepelet, los tres desafíos catequéticos para poner en marcha el nuevo paradigma son: el desafío de lo comunitario, el desafío de la iniciación y el desafío de la interioridad.
♦ El problema de base es que tenemos pocas comunidades que tengan las cualidades necesarias para ser comunidades gestantes. Lo primero sería crear este tipo de comunidades a través de un proceso lento, una especie de “noviciado de la vida cristiana” (AG 13) vinculado al catecumenado. M. Blondel lo expresa de manera sugerente: “El acceso a la vivencia y a la verdad de un personaje histórico no se realiza tanto de forma directa por un pretendido conocimiento puro de los hechos históricos o de las palabras originales, sino más bien participando en el flujo vital que, partiendo de aquel personaje, llega hasta nosotros a través de la cadena ininterrumpida –si es el caso– de aquellos que le conocieron, convivieron con él y percibieron global y sintéticamente el impacto de su genialidad”4. ¿Cómo podemos hacer para ayudar a nuestros contemporáneos a incorporarse al “flujo vital” que se originó en Jesús de Nazaret?
♦ “Una catequesis del camino” (Obispos de Québec). Hemos tenido una catequesis como preparación a los sacramentos y con una estructura de tipo “escolar”; en consecuencia, no se ha creado en los catequizandos vinculación personal a la fe y a la comunidad, pues apenas ha habido continuidad entre un momento sacramental y el siguiente. Tenemos que pasar de los cursos a los itinerarios de fe donde “la propia historia personal tiene que ser “leída” cada vez más como historia de fe, para poder descubrir en los “textos de vida” personales la cercanía de Dios con una mayor profundidad” (Obispos de Québec). Es el momento de volver a las riquezas de la iniciación y de la mistagogía. “Queremos subrayar dos cosas. 1ª Iniciar es sumergir al iniciado en un baño de significaciones que él no podría descubrir por ningún otro camino. En la iniciación puede saborear, experimentar, luchar con el misterio cristiano antes de toda reflexión crítica y de cualquier decisión. La iniciación hace vivir y experimentar antes de toda explicación y elección. 2ª Uno de los lugares privilegiados para esta inmersión es la liturgia viva
de la Iglesia. Ella, de modo sacramental, hace presente a Cristo a través de todos los poros de la piel, mediante los gestos y el cuerpo, las palabras y los cantos”5.
♦ Nueva configuración del catequista. El nuevo paradigma supone un nuevo tipo de catequista fruto de una nueva formación. El nuevo catequista se define básicamente como acompañante en el camino de la fe. “Proponer la fe: invitar a los jóvenes a entrar por estos caminos de la experiencia cristiana, dar con ellos los primeros pasos, recorrer junto a ellos tramos del camino. Es crear un clima, un entorno que les abra el apetito de creer y el deseo de llegar más lejos. Para ello se necesitan guías preparados” (Obispos de Alemania). La Asociación Española de Catequetas (AECA)6 se refiere al catequista con estos términos: mediador, mayeuta (proyecta luz), propedeuta (preparar el terreno) y hermeneuta (da pistas).
Concluyendo podemos decir que vivimos un momento de gracia que nos pide cambiar en profundidad; estamos ante la oportunidad de volver a lo fundamental de la fe y de la iniciación cristiana. El éxito del nuevo paradigma depende de la sinergia de todos los implicados. El camino es largo y lento, pero merece la pena, pues en ésto nos jugamos, en buena medida, el futuro del cristianismo.©
NOTAS
1.C. E. de Francia, Proponer la fe en la sociedad actual, 1996.
2.Los documentos de los episcopados europeos y de Canadá han sido recogidos y comentados por D. Martínez, P. González y J. L. Saborido, Proponer la fe hoy: de lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, 2006.
3.J. Martín Velasco, Ser creyente hoy, en Fijos los ojos en Jesús, PPC 2012, 25-26.
4.Citado por X. MORLANS, El primer anuncio. El eslabón perdido, PPC, 2009, 69.
5.D. Villepelet, a.c., 95.
6.Cfr. AECA, Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana, Cuadernos AECA, PPC, 2008.
Jesús Lastre
Teólogo

La fe que practica la justicia
Con motivo de la celebración del Año de la Fe 2012 - 2013, la revista Crítica ha dedicado el monográfico de su número de julio - agosto a tratar sobre el tema de la Fe y la Justicia.
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