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Inteligencias múltiples y arqueología de la mente

Escrito por: Emilio Gómez Milán
Septiembre - Octubre 2014

El origen de la vida

Han transcurrido tres mil millones de años desde el supuesto inicio de la vida; unos mil millones de años a los primeros parientes con sistema nervioso; unos cincuenta millones al desarrollo de los mamíferos. Hace unos seis millones de la aparición del eslabón perdido; unos tres millones más para los primeros homínidos; y, por fin, no hace menos de cien mil años: El Homo sapiens aparecía en escena, en el último segundo en la metáfora de la hora, para el tiempo de la evolución humana respecto al origen de la vida sobre la tierra: a las 11 horas, 59 minutos, 59 segundos.  Bajar de los árboles, afrontar las grandes superficies de la sabana, requiere movilidad, bipedismo, que conlleva menos gasto energético; surgen los pies para mantener el equilibrio, se liberan las manos, aparece el uso de herramientas, la coordinación mano-ojo, el dedo oponente y la pinza manual para coger y lanzar objetos, se comienza a transportar herramientas, a viajar y explorar.

Se forman grandes grupos, para enfrentar a depredadores en campo abierto, para cazar, lo que condujo a un aumento importante del cerebro (por la complejidad social). A su vez, el bipedismo llevó también al estrechamiento de la pelvis y a bebés que nacen inmaduros (neotenia) y esto, al cuidado de las crías y la división sexual del trabajo en hogar (con el uso del fuego y los asentamientos) y caza.

Los homínidos

Los Australopitecos (bípedos, con estructura familiar, hace de cuatro a dos millones de años) como Lucy frente al género homo (con cerebro mayor y molares menores, pecho de tonel y no cónico para respirar mejor al correr): Homo Hábilis (entre 2500 y 1700 millones de años). Aparecen las primeras herramientas de piedra y el uso del fuego natural. Homo Erectus (de 1700 millones a 300 mil años): con un cerebro mayor, mas altos, sobre 1.50 metros, viajan de África a Pekin con herramientas más avanzadas, hachas de mano simétricas, crean asentamientos estacionales, son mas carnívoros y usan el fuego de modo regular. Hay indicios de caza sistemática y cooperativa. Homo Sapiens (200.000 años), con un cerebro sobre un 20% mayor que el del Homo Erectus. Se asocia a ellos el origen del habla compleja, así como la aparición de la cultura, los ritos, mitos, pinturas y grabados rupestres (surge el arte y la religión). Domestican animales, aparece la agricultura y los enterramientos.

La fabricación de herramientas, la caza y la aptitud mental

Fabricar hachas simétricas a mano (sólo desde el Homo Erectus), implica imitar a quien las fabrica; planificar o recordar acciones en una secuencia ordenada y precisa. Exige imaginar la herramienta terminada (su simetría), esto es, perseguir una meta, lo que a su vez requiere de visualización avanzada. También implica fabricarlas antes de la necesidad y transportarlas para usos futuros (la planificación anticipatoria). Mientras que, por ejemplo, los chimpancés usan ramas para comer termitas (si la rama no está en contexto, la buscan, la traen, la pelan y la usan de cuchara) o dos piedras como cascanueces, pero no las tallan. Tampoco las transportan y solo las usan para una necesidad inmediata (necesidades del aquí y ahora).

Mientras que la caza de ratones por la serpiente es sensorial: usan la detección de calor para morder, el olfato para encontrar la presa muerta y el tacto para engullirla por la cabeza. La caza de ratones por el gato es perceptual: requiere de la facultad de permanencia del objeto, pues acecha su salida de la ratonera. Mientras que los reptiles no juegan, el gato juega a cazar la pelota (simulación de caza, entrenamiento) y puede formar y usar un mapa cognitivo de un laberinto o una ratonera, pero sólo cuando está en ella persiguiendo su comida. El humano juega aún más (cosquillas o simulación de lucha; el plátano es una pistola o una espada) y con él surge la ficción desbordada: puede imaginarse a sí mismo en el laberinto mañana, desde su hogar ahora; tiene por tanto, además de, un mapa mental del laberinto, una representación mental de sí mismo, un yo mental. Existe una correlación positiva entre la capacidad para la ficción y la aptitud social. Sólo en el ser humano existe la imaginación (proyectada hacia el futuro), que escapa al referente real (el unicornio, el extraterrestre antropomorfo, la venta de hipotecas subprime o buscar la felicidad), no asociada a necesidades inmediatas o a la realidad, que puede llevar a un exceso de preocupación por el futuro, como el miedo a la muerte (o a un dilema humano: sacrificar el presente por el futuro), a la evolución cultural-tecnológica y a la desrrealización.

En resumen, una función primordial del cerebro humano es planificar el futuro (un nuevo dilema: un futuro mejor para todos o sólo para algunos) y hacer contraste de hipótesis (otro dilema: verificar si las metas se alcanzan o imaginarlo).

La arqueología de la mente: tipos de inteligencia

Desde un punto de vista filogenético, hay un número de teorías que explican la evolución de la mente como el cerebro triuno de McLean (1978, 1990) o los tipos de mente del neurofilósofo Daniel Dennett (1996), pero la más compatible con la idea de inteligencias múltiples es la arqueología de la mente de Mithen (1998), que es la teoría que vamos a seguir aquí. El autor confronta la idea de Inteligencias o aptitudes múltiples (técnica, natural, lingüística, social…, Gardner, 1983) frente al Factor G de inteligencia general. Lo hace con una metáfora arquitectónica, la Metáfora de la catedral:

1. Primero la mente fue como una Catedral Románica: una nave central que correspondería al Factor G, propia de los Australopitecos. Sería como una navaja suiza o un kiosco, que sirve para todo, un solucionador general de problemas rudimentario.
2. La mente como una Catedral Gótica: una nave central y capillas no conectadas entre sí; corresponde al surgimiento de las aptitudes específicas del Homo Hábilis y Erectus.
3. Luego, el tiempo arquitectónico se corresponde a la Catedral Renacentista: todas las habitaciones están conectadas, todo el cerebro está interconectado y surgen la fluidez y la flexibilidad cognitiva; es la mente del Homo sapiens.

Desde el punto de vista de las teorías de las Inteligencias Múltiples (i.m), la correspondencia sería, en función de las habilidades descritas antes para cada homínido previamente:

Australopitecus: i. general/indicios de i.social/ i.natural.

Homo habilis: i.general/i.social/modulo i.natural/modulo i.técnica. No comunicadas entre sí.

Homo erectus: i.general/i.social/i. natural/ i.técnica/i.linguística. No comunicadas entre sí.

Homo sapiens: i.general, i.social, i.natural, i.técnica, i.linguística. Fluidez cognitiva mediante conexiones sinápticas innatas o adquiridas por aprendizaje entre módulos de inteligencia y lenguaje como pegamento entre inteligencias o aptitudes no conectadas directamente (hablar de la caza o de la fabricación de herramientas. Generalizar lo que sabes de un dominio, la domesticación del perro, a otro, el matrimonio). Respecto a los productos de la fluidez cognitiva propia del Homo Sapiens, la unión de inteligencia social y natural produce antropomorfismo (animales y plantas como personas) y totemismo (seres humanos como animales; el tótem es un ser animado o inanimado del cual un grupo de personas dice y cree descender.). La unión de la inteligencia técnica y social lleva a considerar a las personas como artefactos útiles en la interacción social; por ejemplo, el matrimonio y la herencia (en el Neolítico).La unión de inteligencia social (buscar intenciones), técnica (buscar herramientas) y natural (conocer el medio) produce Religión y arte, mapas, pinturas de caza y del cazador. La concepción de la naturaleza con voluntad y hablar con ella u ofrecerle tributos para calmarla. El antropomorfismo permite a los cazadores identificarse empáticamente con los animales cazados y predecir mejor sus movimientos (figuras zoomorfas como el hombre león). En resumen, un ingrediente básico de todas las mezclas de inteligencias parece ser la inteligencia social, que se corresponde en gran medida con la voz interna del cerebro, el sistema espejo emocional y la red neurológica por defecto: lo que pensamos antes de dormir, en la ducha o la voz que sustituimos al escuchar por el móvil, ver la tele o leer, que refleja según los griegos de la antigüedad la voz de los dioses y según la cultura occidental actual nuestro yo por defecto (filósofo, cotilla, político, triste, miedoso, narcisista, maquiavélico… con el que la mayoría de la gente no quiere quedarse a solas) y que como decía William James, cree que piensa cuando con frecuencia sólo repite o recuerda.

La evolución del cerebro

En los homínidos ha crecido el cerebro, en especial la corteza cerebral, en especial el lóbulo frontal. Esto es, la inteligencia y la capacidad de regular la emoción y la empatía, de regular la conducta social. Es la hipótesis del cerebro social: el dominio de la inteligencia social sobre las otras aptitudes conduce a la “politización” de las aptitudes. En primates y humanos, el mundo social impone más desafíos que el mundo físico y la aptitud social es más importante que el conocimiento físico o habilidad (es más fácil arreglar la televisión que atender al cliente según Gazzaniga, 2012). De hecho, de manera subjetiva solemos percibir una correlación negativa entre empatía (cooperación) y habilidad o inteligencia (competición), de manera que esperamos que el jefe sea antipático o viceversa (suponiendo, con frecuencia de modo erróneo, que el jefe es más listo o que ser simpático y subordinado es lo mismo). No obstante, los humanos no sabemos bien qué es la inteligencia (no es, desde luego, lo que miden los tests académicos: los exámenes o los tests de inteligencia) y tendemos a atribuirla por el resultado (es más listo el que gana, el jefe), por prejuicios, de modo arbitrario o en función de ideologías (no hay acuerdo general sobre si Obama es más listo o tonto que Bush). En general, la competencia se confunde con competición egoísta. Este dilema humano entre competir y/o cooperar, produce una carrera armamentística de aptitud social (que eleva el coste metabólico del cerebro) y expande la necesidad de cooperar y/o de fingir cooperar, lo que lleva al castigo de la reactividad emocional (la ira, el miedo) pero a una mayor indefensión ante los sociópatas (quienes fingen cooperar o trabajar por el bien común pero hacen competición egoísta o sólo muestran empatía real en su microgrupo; los que engañan y abusan de la confianza). La conducta prosocial está asociada a la inhibición del miedo. Así también ocurrió la domesticación del perro (los perros valientes que se acercaban y no mordían a los humanos primitivos). Esto es, en las sociedades menos cooperativas hay más miedo y más engaño. Las sociedades más cooperativas están menos estratificadas, practican un comercio más justo y se basan en la confianza en los desconocidos respaldada por la validez del prestigio social. En resumen, la ínsula cerebral y el cortex cingulado anterior (base anatómica de la empatía o neuronas espejo emocionales) regulan la activación de la amígdala (centro cerebral del miedo y la reactividad) pero a su vez, otras zonas prefrontales, donde reside el punto de vista cognitivo y donde se representa el yo o el endogrupo (super–neuronas espejo), pueden inhibir a la ínsula, y evitar la empatía con el otro (quitarle la condición de humano como yo), de manera que hay un egoísmo de primer orden (la reactividad emocional, el miedo, la ira) y de segundo orden (la sociopatía). El ser humano es gregario, la conducta de los grupos está orientada al control social y de los recursos, no a la solución de problemas reales; el acoso psicológico al crítico y la recompensa de la fidelidad (la espiral de autoafirmación) son las herramientas del grupo para vencer. El precio del aumento del tamaño del grupo es con frecuencia el sacrificio de la conducta inteligente o de la aptitud. Mientras que la inteligencia kinética o matemática (las aptitudes) consisten en que gane con regularidad el mejor, en igualdad de condiciones y sin trampas, en su dominio específico (el deporte, el cálculo). La inteligencia social consiste en manipular, mentir, seducir, ser hipócritas, narcisistas, egoístas, aduladores, usar al otro de modo instrumental, actuar seguros de sí mismos a pesar de ser ignorantes, persuadir… para obtener una posición de privilegio y acceder al control de los recursos. Por supuesto, también forman parte de la inteligencia social los sentimientos de culpa, vergüenza, malestar por la injusticias, motivación por la cooperación, la amabilidad, asumir responsabilidades, castigar el engaño y, sobre todo, la empatía. Pero esta puede ser inhibida por el control cognitivo. Las principales diferencias entre estupidez e inteligencia se centran en sus metas respectivas, más que en sus medios. La estupidez es repetitiva, automática, pasiva, inflexible, egoísta, cómplice de la mentira y la injusticia, servicial, un cuello de botella tóxico para la verdad y la competencia, que encubre la incompetencia y favorece esquilmar así como un empobrecimiento de las condiciones de vida y la pérdida del sentido de las cosas. Mientras que la inteligencia se vincula a resolver problemas, la búsqueda de la verdad, la mejora de condiciones de vida, la crítica o detección de errores en el funcionamiento óptimo o a la ruptura de guiones y en términos morales, se asocia a la justicia. No se definen por el resultado, pues la estupidez es invencible en su servicio a la inteligencia maquiavélica, dado que hace trampas siempre. De otro lado, los productos de la inteligencia acaban al servicio de las metas de la estupidez siempre.

Arquitectura del cerebro humano

Con la evolución de los homínidos, el cerebro pasó de sensorial a intermodal o ideaestésico y de ser modular (con circuitos cerebrales locales o microcerebros independientes) a desarrollar sinapsis largas o comunicaciones intermodulares, con un dominio de la inteligencia social sobre los otros módulos de inteligencia locales.

  • El cerebro transmodal o semántico 

Las áreas primarias del neocortex se ocupan de la entrada del dato sensorial (visión, audición, tacto…) o del procesamiento de las modalidades sensoriales separadas. Es la información de abajo–arriba o del mundo externo. Pero con la evolución, se produjo el aumento de las áreas secundarias o de asociación o transmodales, esto es, la percepción categorial o el procesamiento de la información de arriba–abajo, el surgimiento de categorías semánticas de clasificación de los sonidos y formas del mundo, a modo de plantilla o simulación de la realidad. Así pues, el ser humano es hipotético hasta cuando ve, piensa, razona o recuerda (son las tres, abren la puerta de mi casa, esa sombra es mi mujer que vuelve del trabajo), además no lo es de un modo científico (no hace falsación) sino que tiene sesgos cognitivos que le llevan a la verificación (sesgo contra la evidencia desconfirmatoria, sesgo a favor de la evidencia confirmatoria, salto a conclusiones a partir de indicios), esto es, la mayor parte del tiempo vemos y creemos lo que queremos ver o creer según nuestras expectativas previas (aquel día no era mi mujer sino un ladrón quien entraba en casa). No obstante, en el cerebro se produce un contraste continuo entre información de arriba–abajo (expectativas) y de abajo–arriba (datos), cuyo objetivo es crear un modelo mental del mundo social con ajuste parcial a la realidad física. Nuestro cerebro es más social que físico, más transmodal o semántico que sensorial y se guía más por la memoria (la imagen interna del mundo) que por la realidad (el propio mundo tal y como es). Por eso, como decía Groucho Marx, va usted a creerme a mí o a sus ojos o la política es el arte de aplicar los remedios equivocados a problemas mal diagnosticados. Como dije, numerosos prejuicios derivan de la ideaestesia o asociación entre conceptos y modalidades sensoriales (los sonidos altos se vinculan a colores claros; la inteligencia es aguda y brillante; las personas altas y los blancos son más listos), que no se someten a contraste con la realidad.

  • Las neuronas de Von Economo

Llamadas Neuronas Dalai Lama o de Von Economo. Hay 193.000 en humanos versus 6.950 en grandes simios. No todas las neuronas son iguales, hay distintos tipos y algunos sólo aparecen en ciertas especies como los humanos o los elefantes. Las de Von Ecónomo en ínsula y cortex cingulado anterior (ACC) en áreas prefrontales. En palabras llanas, prestamos atención a la conducta no verbal del otro. Esto genera una simulación interna subcortical del significado (interocepción, cambios viscerales en la ínsula cerebral) y un flujo ascendente hacia ACC (produciendo un sentimiento, por ejemplo dolor físico y social por rechazo, cuando alguien te ha dicho no o se marcha) y una selección de conductas (llorar, ofrecer ayuda, negar la responsabilidad, reactividad emocional, empatía o control cognitivo). Es el circuito espejo de la empatía, pues me hace sentir y comprender lo que el otro siente. Estas neuronas son la base de la moralidad y la conciencia social (lo que piensan de nosotros los demás). La empatía y el sentimiento de libre albedrío (percibir alternativas de acción) son los dos condiciones para la moralidad. Nuestro rechazo del incesto madre–hijo es visceral, no obedece a una regla de oro moral lógica o intelectual, sino a una violación del sentimiento de apego. Estas neuronas se activan ante la injusticia, pero sólo si hay posibilidades de negociar, de hacer algo (no por ejemplo en situaciones dictatoriales) y pueden ser inhibidas por otras zonas del cortex prefrontal, denominadas neuronas super–espejo (que llevan a aceptar la injusticia por motivos egoístas cuando hay alternativas de acción). Esto es la base de la inteligencia socio–emocional, tanto intra como interpersonal: el control de la reactividad y el contagio emocional por la empatía y la inhibición de la empatía si el punto de vista (o el grupo social) no se comparte (conmigo o contra mí).

El presente y el futuro

La cuestión es si en la actualidad utilizamos en la escuela las inteligencias múltiples, la intermodalidad o sinestesia y la inteligencia socioemocional como herramientas; o, por el contrario, seguimos apoyándonos en mentes más primitivas, esto es, si somos más reptilianos (guiados por la satisfacción de necesidades básicas como la seguridad o la reproducción) que mamíferos (guiados por la reactividad emocional y los castigos o recompensas) o más primates (guiados por la emulación y mimetización) que humanos (guiados por la imitación de intenciones, la empatía, el control cognitivo, las instrucciones y la cultura). Si pensamos en la sociedad actual, podemos reflexionar sobre la garantía que ofrece respecto a la satisfacción de necesidades básicas, en el modo que recompensa o castiga el engaño (con el prestigio social o la cárcel); y si recompensa o no la crítica constructiva o la prioridad que otorga a los diferentes tipos de inteligencia (el papel del enchufismo; de la mentalidad de pobre o de rico; de la existencia de objetividad con validez real y de transparencia en la competición; el lugar social de los mejores en cada inteligencia…). Podemos también reflexionar sobre los modelos sociales que ofrecen la televisión y si el lenguaje se utiliza de un modo hipócrita y tóxico (el rumor, la conspiración, no llamar a nada por su nombre, la información filtrada) con lo que somos analfabetos secundarios. Reduciéndolo a la caricatura, podríamos pensar si las democracias occidentales son dirigidas por élites sociópatas (con empatía sólo en el endogrupo, entre sus iguales), secundadas por estúpidos muy diligentes que lo burocratizan todo con muchos pasos intermedios, papeleo y cobro de comisiones por cada uno, en una maraña opaca que diluye la responsabilidad hacia arriba y hace imposible pensar o resolver (es lo que Pino Aprile llama el elogio de la imbecilidad que en mi opinión ha llegado a la Universidad). En general, en la escuela, respecto a la inteligencia seguimos guiándonos por el factor G (un promedio de inteligencia verbal y matemática) y la lógica del más listo y tonto de la clase. Esta manera de entender la educación es muy parecida al modelo industrial de producción, los alumnos son pequeños autómatas en los que vamos incrustando una serie de conocimientos de la misma manera, ya que todos son iguales, sin considerar sus perfiles de inteligencia, atención o personalidad (su psicobook). Respecto a los aprendizajes socioemocionales, sería magnífico diseñar clases para el entrenamiento de la función ejecutiva (de la flexibilidad mental y de la creatividad, de la confianza y la improvisación), el desarrollo de la empatía emocional y la atención plena (mindfulness). Sin embargo, el espíritu de los tiempos es contrario al humanismo y a la cooperación, siendo la tendencia actual considerar todo, también la educación, como un producto rentable a corto plazo, que genera trabajadores de baja cualificación. La escuela incorporó los deportes y los idiomas; ahora debería incorporar la metacognición práctica, no sólo debe hacer pensar (más que memorizar) sino enseñar cómo pensamos (que tenemos creencias irracionales, sesgos mentales, prejuicios, ideología previa asociada a rasgos de personalidad que afectan a nuestra conducta moral, cómo funciona nuestra atención y el dilema complejo sobre cooperar y competir sin caer en simplificaciones bobas (del tipo competir es malo–cooperar es bueno o viceversa) o en mentiras bonitas (los lideres son los mejores en su campo y personas éticas, confundiendo la realidad con el deseo). Pero todo esto, hoy día, en España, es, en general, ciencia–ficción.©


Emilio Gómez Milán

Universidad de Granada. Departamento de Psicología Experiencial


 

La inteligencia humana

La inteligencia humana

¿Qué nos convierte en una especie inteligente? ¿Qué serie de procesos han desembocado en ello? Porque se ha puesto de manifiesto de forma repetida cuáles son las diferentes inteligencias: la interpersonal/ intrapersonal, musical, espacial, lingüística, lógica matemática, naturalista y corporal cinestésica, CRÍTICA, en éste número atraviesa la barrera de su enumeración y definición para comprender qué suponen realmente y el valor del equilibrio entre todas ellas. Acompáñenos a un viaje al interior de nuestro cerebro, responsable de todas las manifestaciones humanas.


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