
Alternativas para construir en medio de la crisis

El mundo rural como espacio de vida
No se tienen datos acerca de cuántas familias o personas han regresado o se han instalado en el campo en la última década, pero si conocemos cada vez a más gente que ha dado este paso o que les gustaría hacerlo. Conocemos también la existencia de un movimiento social que tiene sus ojos puestos en la vuelta al medio rural. Este movimiento social tiene expresiones concretas en proyectos como "Abraza la Tierra" a nivel nacional, o en movimientos como "Reclaim the fields" (Reclamad los campos) que se articulan en toda Europa. En nuestro caso, si miramos a nuestro alrededor, en la comarca que ocupa el norte de Palencia y el sur de Cantabria donde vivimos, seríamos capaces de identificar más de una cuarentena de familias o personas que han decidido construir su vida en esta tierra en los últimos años.
La vuelta al campo como opción, y cuando esta opción se convierte poco a poco en un modo de vida, no es algo fortuito o que surge tan solo de la necesidad de buscar salida en un contexto de crisis. Es fruto de una decisión consciente que parte siempre de una forma de analizar la realidad de nuestro mundo, y en concreto del mundo rural. Las motivaciones últimas en cada caso son diferentes; en unos casos el deseo de vivir de forma ligada a la naturaleza, o la necesidad de vivir de forma más sencilla, o de buscar un espacio menos consumista, o una forma de vida más saludable, o armónica o incluso cercana.
De cómo se llegó a la exclusión territorial del medio rural
Analizar este proceso social de vuelta al campo en el contexto actual de crisis nos exige situarnos delante de la realidad rural y actualizar el análisis de lo que ha sucedido en este entorno en los últimos cincuenta años.
El modelo de desarrollo dominante despreció lo rural como realidad territorial. Equiparó lo moderno a lo urbano, y el progreso al proceso de urbanización. Así, en las mentes rurales caló la idea de que vivir en el pueblo era sinónimo de atraso. Esta visión del desarrollo impulsó una relación colonizadora y utilitarista del medio rural, siempre al servicio de las necesidades del medio urbano. El territorio rural soportó las grandes infraestructuras hidráulicas, fue fragmentado por las grandes autovías que los desvertebraban, y también las líneas de alta velocidad que sólo unen ciudades y alejan pueblos y así tantos ejemplos.
El capitalismo forzó la "desagrarización" de la economía. No ha habido otro proceso de reconversión económica tan grande en la historia como el que vive el sector agrícola de manera continua. No podemos olvidar que el abandono de la agricultura como sector continúa, y que cada año desaparecen cientos de explotaciones en Europa.
El modelo de desarrollo necesitó de la masa campesina para abastecer de mano de obra asalariada al resto de los sectores y provocó el éxodo constante desde los campos a las ciudades. En el caso de nuestra comarca, este proceso de migración se vivió sobre todo en las décadas de los años 70, pero continúa hasta nuestros días. Analizar el proceso migratorio de las comarcas rurales es analizar el proceso de exclusión de estos mismos territorios. Un proceso que empieza por la emigración juvenil, y sobre todo femenina1 y al que le sigue como consecuencia el desequilibrio social y demográfico, la masculinización, el envejecimiento, el aislamiento, el despoblamiento y la desertización de muchas zonas. El capitalismo se alió con el patriarcado para situar a la mujer en el medio rural en un papel subordinado; o bien para mantener la estructura familiar campesina tal y como estaba, o bien para trabajar como obrera agrícola y suplir con su salario la bajada de los precios agrícolas, o bien asumiendo el cuidado de toda la estructura social (personas mayores e infancia) sin apenas recursos sociales públicos, salvo el intervalo que representó la truncada ley de dependencia.
Ahora la crisis económica sirve de excusa para terminar de debilitar políticamente al medio rural con anteproyectos de ordenación territorial diversos que pretenden desmantelar las competencias municipales de los pueblos más pequeños sustrayendo la voluntad popular con la excusa del control presupuestario, centralizar de nuevo poder y decisión en las diputaciones, concentrar servicios públicos y por último, eliminar las entidades locales menores, las juntas vecinales, o las pedanías despojándolos de sus bienes comunes, de su forma de administrarlos, de sus competencias y de sus posibilidades.
Por un medio rural vivo y por la soberanía alimentaria
Y sin embargo, y pese a todo este ataque, el medio rural ha sido, y es, espacio de alternativa, de movilización y de organización social. Muchas veces esta movilización permanece absolutamente al margen de los ojos y de la conciencia de la población urbana que sigue desconociendo las claves a través de las cuales se mueve el medio rural.
Hoy el mundo rural y el campesinado son el punto de apoyo de un proceso de articulación sin precedentes en torno a la idea de soberanía alimentaria2. Esta movilización tiene su origen en los años 60 en torno a unos primeros grupos de la iglesia de base comprometida en comarcas rurales muy pobres, y que luego se desarrolló y consolidó en forma de escuelas campesinas, experiencias de desarrollo comunitario rural, uniones campesinas, sindicatos de trabajadores y trabajadoras sin tierray tantas otras y que se fueron articulando en España en los años 80 culminando con la creación de la Plataforma Rural, y que lograron vincularse a nivel internacional en torno a la Vía Campesina
La Vía Campesina es el movimiento campesino internacional que la acuñó y que hoy aglutina a más de 180 organizaciones de los 5 continentes que unido a organizaciones ecologistas, feministas, de consumo responsable o de solidaridad han logrado articular un movimiento social global sobre la base rural que busca un nuevo modelo de desarrollo para el campo.
Esta idea ha fortalecido la lucha de miles de colectivos, organizaciones, experiencias y proyectos que ya funcionaban desde hace tiempo, pero, además, anima a miles de personas en Europa, Norteamérica y en otros continentes, a volver a los pueblos poniendo en marcha numerosos proyectos que se desarrollan siguiendo elementos comunes. Estas experiencias tejen una red cada vez más tupida y refuerzan las alianzas sociales de cada territorio. Renuevan y revitalizan de forma ágil y constructiva luchas históricas del medio rural impidiendo su anquilosamiento y forzando al movimiento a estar siempre dispuesto a incorporar nuevas claves.
Por último esta propuesta logra conectar con el "sentido común" y con el "afectivo" de la ciudadanía de a pie y logra extenderse fácilmente en la sociedad urbana. Conecta con las raíces rurales de la gente, que siente que es importante apoyar y consumir producto local, que no tienen sentido traer manzanas de miles de kilómetros de distancia por lo que supone de insostenible, mientras que aquí el productor o productora no puede vender las suyas, y siente que es una pena que los pueblos se abandonen porque encierran la esencia de nuestra cultura. Es decir, nuestra propuesta concreta es entendible socialmente y esto nos otorga un plus de legitimidad en momentos de crisis como el actual.
En definitiva, detrás de la vuelta al campo hay un planteamiento de futuro que representa una alternativa colectiva y no sólo una experiencia individual.
Es posible vivir en el campo produciendo
Nuestro compromiso con el mundo rural viene de lejos. Mi marido y yo trabajamos en el Proyecto de Animación y Desarrollo Comunitario Sierra del Segura, iniciado por la asociación juvenil Acit Joven en el año 1987. Aquello fue, desde luego, una escuela impresionante, y allí estuvimos en distintos momentos de manera discontinua hasta el año 1999. Desde entonces, hemos estado en relación, cada vez más estrecha, con todas estas organizaciones que se articulaban en defensa de un mundo rural vivo, y hemos continuado trabajando por ello aunque viviéramos en la capital. En el año 2004 nuestro trabajo en Madrid, en sendas ONGDs, estaba asegurado y teníamos estabilidad. Sin embargo, siempre pensamos en la posibilidad del retorno a lo rural. Después de pensar en distintas regiones y comarcas, optamos por la Montaña Palentina y la comarca de Campoo. Una comarca muy envejecida y con una densidad de población de 3 habitantes por kilómetro cuadrado. En las ratios de la Unión Europea, esto significa desierto poblacional y comarca irrecuperable.
Los comienzos fueron más complicados de lo previsto: entre otras cosas porque pagamos la novatada de "la gente de la ciudad": presuponer que todo está controlado. Laboralmente pensábamos seguir trabajando desde casa, vía internet, para algunas de las organizaciones con las que nos relacionábamos hasta conseguir algún empleo en la zona, pero Telefónica no consideraba "rentable" que hubiera internet (ni siquiera teléfono fijo) en los pequeños núcleos rurales. El primer invierno fue durísimo, un año de temporales de nieve y fríos siberianos que nos mostraron la cara más dura de la vida en el campo. El aislamiento se hace realidad y la escasez de alternativas llega a agobiar. Una vez superado, empezamos a entender que los tiempos de la naturaleza son los que son y si a esto le unimos que las diferentes instituciones públicas de las que depende que las carreteras estén transitables no se van a gastar más que lo justito, al final, cuando se queda tu pueblo aislado, lo que hay que hacer es olvidar trabajo, escuela y compromisos, relajarse y disfrutar de la belleza de los paisajes (cosa fácil de decir, pero más difícil de vivir).
Luego llegaron Juan, Pedro y hace muy poquitos años, Martín. Familia numerosa y peculiar que sin duda ha contribuido a la " repoblación" de nuestra comarca como nos dice en plan de chanza la gente de nuestro pueblo para los que la llegada de personas a Villanueva ha constituido una alegría y una esperanza de que su pueblo tiene futuro. Ahora mismo hay 7 niños y niñas, entre 2 y 18 años, en una población de treinta personas que vivimos fijas todo el año. En verano el número de niños y niñas aumenta considerablemente.
Para nuestros hijos, sobre todo en las edades entre los 3 y los 12 años, el pueblo ha sido un privilegio. Es muy agradable dejar a tus hijos jugar libres por el pueblo y saber que hay cuarenta ojos pendientes de ellos, incluso para echarles una bronca si es necesario. Porque en los pueblos pequeños toda la gente educa a los niños y a las niñas. Montar en bicicleta, ir a coger renacuajos y ranas al pilón, a ver las vacas y los caballos al campo con la ganadera del pueblo, reconocer el buitre, el milano, o el cernícalo, saber que hay una garduña cerca o reconocer el sauco, el hipérico o el gordolobo y, sobre todo, saber para qué sirven estas plantas. Ir a coger moras o endrinas, son experiencias incomparables que seguro van a recordar cuando crezcan. Cuando van siendo mayores, lógicamente las necesidades cambian y hay que hacer el esfuerzo de acercarles a la población cercana más grande para las tareas extraescolares, sus salidas con la pandilla, etc. Ahora, nuestra vida se ha convertido en un ejercicio de logística familiar complejo cuando llega el fin de semana, que hace que parezca que tengamos un negocio de taxi rural.
En todo este tiempo nos hemos ido relacionando con todas estas familias oriundas o foráneas como la nuestra con ganas de hacer cosas por el pueblo. Hemos compartido muchos espacios e iniciativas de organización social como bancos del tiempo, grupos de consumo responsable, la asociación de mujeres por la igualdad, la asociación de madres y padres, o movimientos ciudadanos de defensa del territorio.
Tener la familia extensa lejos es una dificultad, que se suple creando redes y lazos de apoyo con otras familias. Pero ahora hemos susumado una nueva pobladora a la zona, Amalia, la abuela que ha decidido disfrutar también de las ventajas de la vida rural y casi vive continuamente en Aguilar de Campoo. Sin su apoyo sería prácticamente imposible abordar nuevos retos en una zona de escasas posibilidades de conciliación que con la crisis se ven aún más reducidas.
Hasta ahora hemos compatibilizado trabajos en cooperación internacional con trabajo en proyectos de desarrollo rural en la zona y poco a poco con la puesta en marcha de nuestro proyecto de producción agroecológica. ©
1. Huida ilustrada es el nombre que recibe la opción de emigrar para estudiar y poder mejorar la posición y la condición personal en la vida. Ha sido la estrategia más utilizada por las mujeres rurales para superar roles y estereotipos de género.
2. Para conocer más. Visitar en por ejemplo las web www.viacampesina.org y www.foodsoveragnity.or
Paloma Jimena
Colaboradora de la revista Crítica

¿Hay alternativas a la crisis?
La compleja situación actual de crisis y las posibles alternativas para superarla ocupará el monográfico de nuestro número 983, en el que habrá importantes firmas que tratarán este tema desde distintas perspectivas. A parte de un análisis de la situación, se recoge una mirada hacia el futuro.
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