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Para un cierto rearme social

Escrito por: Joaquín Suárez Bautista
Enero - Febrero 2014

Como decía Manuel Azaña:
“la corriente maravillosa que
Cervantes introduce
en lo real para descomponerlo”.

1. Esas andanzas medio enigmáticas de Cervantes, la experiencia del que malvive de oficios indeseados, esas huidas imprevistas, tantas vaguedades, zozobras, cautiverios, vienen a trazar como la síntesis biográfica de un perdedor, que, como don Quijote, fue acumulando decepciones, fracasos, desdenes. 

En defensa de los perseguidos, los oprimidos, los sojuzgados… abundan en el Quijote los episodios en que el andante caballero medita y actúa como un justiciero guardián de las libertades, como un emisario de la tolerancia, como un hombre decente –en suma– que procuró igualar con la vida el pensamiento.

2. Refiriéndome a la inmediata posguerra, cuando cundían por el país muy variadas formas de desolación, siempre me he hecho una pregunta obstinada: ¿empezaba yo a indemnizarme con la lectura de lo que me negaba aquel tiempo desdichado, pretendía remediar con el placer de un libro los sinsabores y privaciones de la historia? No creo que fuera consciente de nada de eso, claro.

3. La poesía tiene algo de indemnización supletoria de una pérdida.
Lo que se pierde evoca lo que la poesía pretende recuperar, esos innumerables extravíos de la memoria que la poesía reordena y nos devuelve enaltecidos, como para que así podamos defendernos  de las averías de la historia.

4. Afirmaba Pavese que la poesía es una forma de defensa contra las ofensas de la vida y ese es para mí un veredicto inapelable.
Hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla.
Hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón.

5. Mi palabra escrita reproduce obviamente mis ideas estéticas, pero también mi pensamiento moral, mis litigios personales, mi manera de buscar una salida al laberinto de la historia.
El prodigio instrumental del idioma me ha servido para objetivar mi noción del mundo, y he procurado siempre que esa poética noción del mundo se corresponda con mi más irrevocable ideario.

6. En mi poesía está implícito todo lo que pienso, y hasta lo que todavía no pienso, que ya es meritorio.
Cada vez estoy más seguro de que la poesía en la que creo, esa que ocupa más espacio que el texto propiamente dicho, me retrata y me justifica. Incluso podría añadir que me ha enseñado todo lo que sé sobre mí mismo a medida que he ido valiéndome de ella para elegir mis propios diagnósticos sobre la realidad.

7. Creo honestamente en la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia.
En un mundo como el que hoy padecemos, asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, en un mundo como éste, de tan deficitaria probidad, hay que reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia, los métodos humanísticos de la razón.

8. Quizá se trate de una utopía, pero la utopía también es una esperanza consecutivamente aplazada, de modo que habrá que confiar en que esa esperanza también se nutra de las generosas fuentes de la inteligencia.
Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro, son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad.

9. Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo.
Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador.
Quiero creer –con la debida temeridad– que el arte también dispone de ese poder terapéutico y que los utensilios de la poesía son capaces de contribuir a la rehabilitación de un edificio social menoscabado.

10. Si es cierto, como opinaba Aristóteles, que la “la historia cuenta lo que sucedió y la poesía lo que debía suceder”, habrá que aceptar que la poesía puede efectivamente corregir las erratas de la historia y que esa credulidad nos inmuniza contra la decepción. Que así sea.
(Del Discurso de J.M. Caballero Bonald en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes)©


Joaquín Suárez Bautista

Colaborador de la revista Crítica


 

 

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