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Los movimientos sociales en la crisis

Escrito por: Cecilia Carballo
Enero - Febrero 2013

Desde el 2008 llevamos viviendo una crisis, que lejos de situarse en el plano económico, afecta a todas las dimensiones de nuestra vida. No estamos por tanto sólo, ante una crisis económica, sino ante una crisis ecológica, social y política en la que las estructuras sobre las que se sustentan nuestras democracias están en entredicho.

Crisis que ponen en cuestión a las democracias contemporáneas

La crisis ecológica se caracteriza por la escasez de materias primas, de energía, de tierras y de espacio ambiental para mantener el ritmo de la economía actual en los denominados países desarrollados, y proyectarlo sobre los países emergentes y en desarrollo.

Las crisis financieras, económica y social cuestionan y evidencian las limitaciones del modelo capitalista neoliberal arraigado desde los años ochenta en los países desarrollados. Un modelo que engorda y representa los intereses de una minoritaria parte de la población mundial y tiene nulas consideraciones hacia las necesidades de la mayoría.

La crisis política, hace referencia a la quiebra de confianza en las instituciones sobre las que se ha sustentando nuestro contrato social. Tenemos un sistema político que se manifiesta inoportuno, insuficiente y obsoleto y parece no estar a la altura de los tiempos que vivimos. Lo que se manifiesta quebrado es el modelo propio liberal-productivo que permitió el crecimiento de las clases medias y sobre el que nuestros países apostaron hace décadas.

La situación actual no sólo compromete el futuro de las generaciones venideras, sino que limita y compromete el futuro de las personas hoy.

Lo acontecido en estos años y sus evidentes repercusiones en el escenario democrático plantea serias dudas sobre el funcionamiento de las democracias contemporáneas. El desapego por la política, la degradación de una parte importante de la casta política, la pérdida de legitimidad de las instituciones representativas… el surgimiento de movimientos políticos nuevos y con rasgos diferenciados, escasamente encasillables en las tipologías tradicionales de la acción colectiva (15M, y todas sus secuelas) y el desarrollo de proyectos políticos alejados de las obsoletas estructuras partidistas, nos deberían hacer pensar que algo más de fondo sucede.

Los espacios que ha abierto Internet

Es innegable que estos movimientos políticos y sociales se han desarrollado, en gran medida, apoyados en el cambio tecnológico y comunicativo que supone Internet. El uso de las nuevas tecnologías cuestiona y produce cambios en las viejas y nuevas plazas de la democracia. Internet permite abrir nuevas “plazas” (Subirats 2013). Se trata de espacios que posibilitan que personas de todas partes intervengan, se comuniquen, construyan desde las voluntades individuales un yo colectivo, influyan, reclamen justicia, reduzcan sus temores (sólo hay que recordar el somos pacifistas pero ya no tenemos miedo)… en definitiva, se organicen para conseguir un verdadero cambio.

Frente a estas nuevas realidades, tenemos una gran parte de las organizaciones sociales, unas instituciones y unos partidos tradicionales que parecen no haberse enterado de nada. Lamentablemente no han estado ni están a la altura de las transformaciones en las formas de vida y en las relaciones sociales. Hoy es innegable que las expectativas de participación de la ciudadanía (activa y pasiva) son ahora mayores porque pueden ser más directas e inmediatas, y lo viven y experimentan cuando usan las redes sociales o retoman esa sensación de repolitización de sus vidas.

Cada persona es más capaz de organizarse, inventar, descubrir, componer sus propios espacios, incluso de plantear su propio trabajo o de buscar financiación para sus ideas usando la red. Y, en cambio, las instituciones, los partidos políticos, siguen respondiendo a pautas decimonónicas y del siglo pasado. Realidades de clase en las que a cada lugar se le otorgaba a una persona, y a cada individuo su lugar y función. Hoy todo es más fluido, igualmente injusto, pero cambian los parámetros, los espacios y las situaciones. Y, por lo tanto, las respuestas tradicionales empiezan a no servir.

La ciudadanía cada vez es más consciente de que existe una oligarquía lejana y al mismo tiempo omnipresente que articula los sucesivos episodios de la vida de las personas conforme a parámetros maquillados como salidas a la crisis, reducción de déficit, estabilización de la prima de riesgo, criterios de convergencia, parámetros de los que ésta misma oligarquía se retroalimenta para obtener rédito. Esta toma de conciencia, no es una cuestión baladí, pues, no podemos olvidar que para cambiar, lo primero que hay que tener conciencia de que se existe, como sujeto, como individuo y como colectivo.

Nuestra democracia ha estado guiada por intereses cortoplacistas, muy apegados a la base de los ciclos electorales, con un enfoque errado que ha primado el crecimiento económico a cualquier precio por encima de la asunción de los compromisos que implica una democracia directa, representativa y deliberativa.

Para empeorar las cosas, algunas democracias ni siquiera aseguran los derechos básicos, violan los derechos humanos fundamentales, no proveen un acceso adecuado a la información ni garantizan la justicia, y muestran poco respeto por la legislación existente.

Si los gobiernos no lo hacen, la ciudadanía lo hará

En este escenario, la política y, sobre todo, los partidos políticos (tradicionales) que la encarnan institucionalmente, están teniendo y tendrán grandes dificultades para seguir ejerciendo las funciones que les encomiendan casi en régimen de monopolio la Constitución y las leyes. Los acontecimientos que suceden aquí y fuera de nuestras fronteras nos enseñan que a las personas nos cuesta cada vez más identificarnos con organizaciones estancas y monolíticas, con mensajes consigna y con manifestaciones de protesta tras pancartas colectivas de viejas estructuras.

Las reivindicaciones parten de mensajes más individuales, el malestar hacia lo que está ocurriendo se canaliza a través de un cuestionamiento específico del sistema. Ya no se acepta la jerarquía como algo natural y se reclama mayor participación y horizontalidad en los procesos de toma de decisiones sobre asuntos que nos afectan a todas las personas. Una gran parte de la ciudadanía ni asume ni acepta la función política de votar y delegar las decisiones sobre sus vidas, sin mecanismos de rendición de cuentas, por periodos de cuatro años. Habrá, y ya hay, más interés en poder ser “quiénes deciden cada día”. Es decir, ser las personas que sufren y deciden cada día y no limitarse a asistir como espectadores a lo que las instituciones decidan hacer o deshacer, cada vez más aparentemente al margen de lo que a las personas les aflige y mortifica.

Cuestiones que el poder no quiere ver

España tiene que plantearse cuestiones de gran calado de los que el poder no quiere hablar.

Es necesario plantear otras formas de hacer y decidir. Deberíamos estar hablando de cómo repartir los costes y los beneficios que se han generado en nuestra economía, de socializar y compartir pérdidas pero también los beneficios, deberíamos estar evidenciando (algunos ya lo hacen) que no se puede seguir pagando una deuda que representa el negocio ilegítimo de una minoría, deberíamos tener una actitud muy diferente ante el drama que ha ocasionado el negocio ilícito de la banca. Sería deseable que la política encuentre soluciones a las necesidades reales en lugar de continuar tomando decisiones desde la atalaya de la representación, si no lo hace, la ciudadanía lo hará de un modo u otro.

Quizás entre las preguntas a cerca de nuestro futuro, se encuentra ¿cómo ser fieles al cambio del mundo en el propio mundo? Porque como decía Brecht “nada de lo que se ha asegurado es seguro, pues las cosas nunca permanecerán igual”.©


Cecilia Caballo

Presidenta de la Fundación EQUO


 

¿Hay alternativas a la crisis?

¿Hay alternativas a la crisis?

La compleja situación actual de crisis y las posibles alternativas para superarla ocupará el monográfico de nuestro número 983, en el que habrá importantes firmas que tratarán este tema desde distintas perspectivas. A parte de un análisis de la situación, se recoge una mirada hacia el futuro.


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