Nuevas posibilidades comunicativas y formativas

El interés a nivel internacional por la reforma de los sistemas educativos, la búsqueda de nuevas maneras de concebir el currículo y los nuevos modos de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje, han propiciado que el mundo educativo vuelva su mirada hacia nuevos enfoques y concepciones. Uno de los cambios más impactantes en los últimos años ha sido la incorporación en el currículum del concepto de competencia, auspiciada por organizaciones como la UNESCO y la OCDE. Ser competente en un ámbito de actividad o de práctica significa ser capaz de activar y utilizar los conocimientos relevantes para afrontar determinadas situaciones y problemas relacionados con dicho ámbito.
La sociedad de la información y del conocimiento
A comienzos del siglo XXI la mayoría de los países de la OCDE, entre ellos España, comenzaron a reformular su currículum escolar en torno al concepto de competencias. Al identificar y definir los aprendizajes curriculares en términos de competencias, hemos puesto el acento en la movilización articulada de diferentes tipos de conocimiento, y no en las características de las disciplinas, con todo lo que ello supone.
Tejer redes de colaboración en educación

…Sabemos cómo hemos comenzado; no
podemos decir dónde llegaremos. (…) Todos
hemos de cooperar. Aquí no hay uno sólo y los
demás son comparsa, sino que cada cual tiene
su sitio, su deber, su responsabilidad.
(P. Poveda, 1919)
En los medios de comunicación, en la calle, en los espacios de decisión política o económica se habla mucho de Educación. De “lo mal que va” o de la “inversión” que supone. De su transcendencia para el cambio social o del proceso de burocratización que vive.
Sin embargo, en ese gran debate público, raramente aparecen invitados los/as educadores/as que cotidianamente, a través de su quehacer profesional, están con las manos en la masa. Hablan periodistas o políticos, juristas o sindicatos, economistas o federaciones de AMPA. Raramente se le concede la palabra al profesorado en activo o a los educadores/as de espacios no formales, a los asesores de formación o a los inspectores de educación. A aquellos y aquellas que diariamente hacen posible los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Las competencias del nuevo profesor

¿Podemos hablar del nacimiento de una nueva figura de profesor para el siglo XXI?
Al comienzo de cada curso, mis estudiantes de primero de carrera, esperan comportamientos y procedimientos en sus profesores, que pronto comprueban que no concuerdan con lo que traían en sus cabezas y comienzan a decir de modo espontáneo o en la evaluación inicial “Yo no me esperaba que me iban a decir que la asignatura la teníamos que hacer entre todos”, “No creí que nuestro papel iba a ser tan activo”, “Yo he trabajado en equipo pero esto es distinto”, “Hasta ahora Los profesores estaban muy preocupados por la Prueba de paso a la Universidad” y “En bachillerato, los contenidos eran lo más importante”, “¿Autonomía y responsabilidad en la tarea?: Siempre he estado muy atento a lo que me pedían y a eso respondía…pero me doy cuenta de que estamos viviendo algo diferente”.
Los estudiantes que realizan su proceso de Formación Inicial como futuros profesores tienen un reto importante: superar modelos del pasado en los que ellos mismos han sido educados, en su mayor parte, para convertirse en educadores que preparen personas que aprendan a aprender, a investigar, que disfruten con lo que aprendan, futuros ciudadanos responsables y capaces de iniciativa, de creatividad… en un mundo tecnológico y global. Carlos Marcelo (2009) afirma que todavía tenemos escuelas del siglo XIX, con docentes del siglo XX, para alumnos del siglo XXI.
Imaginar y construir la educación

Aportaciones desde Pedro Poveda
A Poveda alguien le llamó proyectista. Otros pudieron etiquetarle como soñador. Tiempos de cambio los vividos por él. Crispados. Con deseos por parte de algunos, de una sociedad distinta, incorporada al camino modernizador emprendido por otras naciones. Una sociedad más justa, buscada por otros, desde situaciones insostenibles de desigualdad. Una sociedad que no podía perder sus raíces cristianas, su identidad propia, construida a lo largo de siglos. ¿Qué camino era preciso recorrer para dar respuesta a tantas necesidades, para enfrentarse a tantos desafíos? ¿Desde dónde?
En los últimos años del XIX y el primer tercio del XX, se pensaba y defendía el puesto de la educación como vía privilegiada para el cambio social. Por eso había que pensarla de nuevo. Imaginar nuevas formas de hacerla. El problema de la regeneración de España –afirmaba Costa– es pedagógico tanto o más que económico y financiero y requiere una transformación profunda de la educación nacional1.
Dostoiesvski, Unamuno y Thomas Mann

Dolor y literatura
“Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor”, escribió Leonardo da Vinci en referencia al binomio Eros y Thanatos, que cuatro siglos después reformuló Unamuno al afirmar que “lo que perpetúan los amantes sobre la tierra es la carne de dolor, es el dolor, la muerte”.
El amor, el dolor, la pena y la enfermedad han concitado la atención de pensadores y escritores desde el mismo origen de la filosofía y de la literatura. Así, las letras han recogido con singular fortuna el dolor y el sufrimientohumanos y ese estado de conciencia que conduce a la progresiva merma y creciente deterioro de las facultades vitales y que proporciona a los creadores una oportunidad excepcional para plantear cuestiones éticas de diversa índole acerca de la condición humana.
El dolor como sustrato narrativo
Las dolencias humanas y sus consecuencias –que van desde el dolor psíquico y físico a la muerte– han servido de sustrato narrativo y reflexivo a personalidades tan destacadas como Séneca, Boecio, Maimónides, Robert Burton, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Goethe, Marcel Proust, Miguel de Unamuno, Dostoievski, Luigi Pirandello, Antonin Artaud, Thomas Mann, Albert Camus, Malcolm Lowry, Aldous Huxley, Susan Sontag o Luis Cernuda, indiscutible cumbre de la lírica hispánica del siglo XX, por mencionar tan sólo unos pocos.