Bailando con lobos

Miedo humano, horrores deshumanizadores y la importancia de la letra “A”
En una noche estrellada, un anciano de la tribu de los Cherokee estaba enseñando a sus nietos a través de cuentos. Les dijo: “Hay una lucha dentro de mí, una lucha terrible entre dos lobos.
Uno de estos lobos representa el miedo, el otro el amor. Esta misma lucha existe dentro de vosotros y de todos los demás.
Durante unos segundos, los nietos se quedaron en silencio, sin pronunciar palabra. “Abuelo, cuál de los dos lobos va a ganar?”, preguntó por fin uno de ellos. El anciano le sonrió calmadamente y respondió: “Aquel que yo decida alimentar”.
(Pilar Jericó)
Las emociones, como dice Elster, son “la sustancia de la vida, aquello que nos mantiene despiertos por la noche y que nos hace esperar más allá de toda esperanza.” (Elster, 2011, pag. 29). Y una de ellas, la que aparece en los escenarios de futuros inciertos como el que nos está tocando vivir, es el miedo.
Nuestros miedos cotidianos

El miedo es algo cotidiano, es una emocion muy básica, con la que debemos lidiar todos los dias. A veces ni siquiera somos conscientes de su presencia. Esto es así, porque el miedo nos produce tal sensación de terror, de pánico, de vulnerabilidad, que preferimos olvidarnos de él, enterrarlo, ocultarlo siempre que sea posible. Si una persona es humillada socialmente en una ocasión, tendrá miedo a que dicha situación se vuelva a repetir, el verse tan vulnerable, tan débil, tan despreciada por los demás fue tan desagradable, que ahora buscará los medios para que aquello jamás pueda volver a ocurrir de nuevo. Así es como nos hacemos las corazas: si soy el mejor en mi trabajo todo el mundo me va a respetar mucho, nadie me va a tratar mal porque se me necesita economicamente, entonces puedo estar tranquilo, ya no siento miedo. Lo mismo ocurre si soy muy inteligente, o tengo mucho dinero, o soy muy atractivo, o tengo mucho poder en algún otro sentido. Muchas personas que aparentan gran fortaleza ante los demás lo único que tienen es una gran coraza que les hace sentirse seguros.
Nadie percibe el gran miedo que hay debajo, pero saquémos al gran abogado de su despacho, o al gran empresario de su mundo empresarial, pongámosles en un ambiente que les sea desconocido, en el que no tengan poder ni experiencia alguna, en el que no tengan subordinados, ni gente que les admire o les tema, y veamos que sucede. En realidad las corazas no hacen sino retroalimentar el miedo que nos tenemos entre nosotros. Es como si saliéramos a la calle un día y viéramos que todo el mundo lleva puesta una armadura, pues evidentemente temblaríamos de miedo, porque es obvio que algo peligroso tiene que estar ocurriendo, y correríamos a buscar una armadura propia, para no ser los únicos sin protección. Lo mismo ocurre a nivel psicológico.
Miedos comunes en los docentes

El miedo es una de las emociones más básicas del ser humano y, como tal, tiene la función de preparar para la acción. En concreto, es la reacción de nuestro organismo ante situaciones que interpreta como amenazantes o peligrosas para nuestra vida o nuestra integridad. En este tipo de situaciones, nuestro cuerpo optimiza los recursos necesarios para defenderse, atacar o salir corriendo: se producen unos cambios fisiológicos que suponen la paralización de todas las funciones no imprescindibles para la supervivencia inmediata (digestiva, reproductora…) y la activación de aquellas que son más útiles: cogemos más oxígeno, la sangre se concentra en los grandes grupos musculares, aumenta la tasa cardíaca…
Como podemos suponer, por tanto, el miedo no es un problema en sí mismo. Es una gran ayuda cuando realmente la situación en que estamos es peligrosa. El problema empieza cuando reaccionamos con miedo a situaciones que interpretamos como peligrosas cuando en realidad son inofensivas, o cuando reaccionamos a situaciones levemente peligrosas con un miedo de intensidad desproporcionada.
El miedo al apocalipsis o el miedo a nosotros mismos

El cine apocalíptico llena las pantallas de los cines en los últimos años. Mucho más, en la proximidad de este fatídico año 2012, condenado aparentemente, por la mitología maya, a ser el último, una vez más, del planeta Tierra.
La literatura de los últimos días es más antigua, casi tanto como la humanidad misma. Todas las mitologías y casi todas las religiones hablan del final del mundo igual que hablan de la creación del mismo. Pero cuando se refieren a ello, lo hacen para explicar el fin del ciclo de la vida en la Tierra, según sus creencias. En las escatologías míticas o religiosas, el fin del mundo suele estar asociado a un juicio o cataclismo final en el que las diversas representaciones del mal son vencidas por las del bien; ya sea para renacer a un nuevo ciclo vital o someterse definitivamente a las fuerzas benéficas.
Desde hace poco más de un siglo, la literatura propiamente dicha está roturando el tema apocalíptico, investigando aspectos propiamente humanos, impensables antes de la aparición de estas obras, con resultados verdaderamente significativos que abren paso a la reflexión sobre el sentido y porqué de la existencia, así como a la expresión metafórica de nuestra condición.
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Terror en la gran pantalla

Drácula, Frankenstein, espíritus, asesinos en serie… El cine bebió del terror desde sus inicios como séptimo arte. El miedo y el terror son géneros capitales en la historia del cine como el “western”, el cine negro o el “thriller”. Su evolución a lo largo de las décadas se ha manifestado desde los títulos del cine mudo como Nosferatu a la sofisticación de El silencio de los corderos. Y siempre ha sido un cine de culto, tanto por su factura estética como por sus personajes, terriblemente humanos.
No es cine, pero casi
El vídeo de Michael Jackson se ha convertido en una de las referencias de los ochenta. En él, el artista salía del cine con su novia después de ver una película de terror y se desencadenaba una trama al más puro cine clásico con los medios tecnológicos de los años 80 dirigida por John Landis, uno de los referentes de este género. Cabría preguntarse por qué el miedo resulta tan atractivo, por qué se llega a disfrutar de él en la gran pantalla. Los vampiros, el miedo a la oscuridad, los espíritus, lo sobrenatural, seres desnaturalizados psíquicamente, zombis, hombres lobo… Según se apuntó en una de las ediciones del Festival de Sitges, especializado en el género, todas las personas sienten miedo y es cuestión de cada cual saber gestionarlo. El cine se convierte en el catalizador de esos miedos cotidianos. Con una diferencia, como apuntaba el investigador de ciencias cognitivas Óscar Vilarroya y la química Eva Loste: “Se llega a disfrutar de la emoción del miedo siempre desde una posición de control, como la que transmite el cine”. Con todo, hallamos placer en sensaciones como el terror, el desasosiego y la incertidumbre que procuran miles de títulos desde los inicios del cine.