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Contra la prisa

Escrito por: Virginia Fernández Aguinaco
Marzo - Abril 2014

El movimiento slow y derivados

 “Hay que plantearse muy seriamente A QUÉ DEDICAMOS NUESTRO TIEMPO. Nadie en su lecho de muerte piensa: “Ojalá que hubiera pasado más tiempo en la oficina o viendo la tele”, y, sin embargo, son las cosas que más tiempo consumen en la vida de la gente.” 
 Carl Honoré (Elogio de la lentitud) 

En el año 1986 la compañía de comida rápida Mac Donals abrió un establecimiento en pleno corazón histórico de Roma, a escasa distancia del Campidoglio y de los Foros. El periodista Carlo Petrini, especializado en temas gastronómicos consideró el hecho como una afrenta y se rebeló contra la llamada Fast food y contra el tipo de cultura que representa. Curiosamentee, un movimiento que surge en Italia, decididamente contra el estilo de vida “USA”, se autotitula en la lengua del imperio: Slow food (comida lenta).

Si en un principio nació en el terreno alimenticio con la idea de proteger los productos regionales y las comidas tradicionales y disfrutar de esas comidas en compañía de otros, pronto se convierte en el origen de un numeroso grupo de asociaciones cuyo objetivo es difundir una especie de filosofía de la lentitud como oposición a un tipo de sociedad en el que impera la prisa, es el llamado Slow Life. 

Qué es 

He leído en una web del movimiento: la filosofía slow tiene raíces muy profundas, incluso en el siglo XIX los trascendentalistas hablaban de la necesidad de bajar el ritmo y luego los hippies en los años 60.

Pueden, sin temor, remontarse bastante más en la historia. 220 a. C. escribía Plauto: “Los dioses confundan al primer hombre que descubrió la manera de distinguir las horas y confundan también a quien en este lugar colocó un reloj de sol para cortar y destrozar mis días en fragmentos pequeños”. Y el elogio de la vida sencilla que propugnan los sitios web afines al movimiento está plagado de citas desde algún fragmento epicureista de De rerum natura de Lucrecio al actual autor Carl Honoré, Elogio de la lentitud pasando por Fray  Luis de León (“qué descansada vida”), por Pascal, Tolstoy, Lafargue, etc., etc.

Pero, ¿qué filosofía?

Los distintos movimientos parecen compartir una filosofía. En realidad no se trata de nada semejante a un sistema filosófico o un saber medianamente estructurado. En común sólo tienen la reacción ante un modo de vida apresurado y poco gratificante, la necesidad de ir más despacio, de detenerse, de vivir mejor. Pero con modulaciones, afinidades, objetivos y perspectivas bien distintos y a veces incluso divergentes. En algunos casos unos toques de new age y en otros todo lo contrario o el distanciamiento explícito de esa espiritualidad. En otros bastante de una supuesta sabiduría oriental con prácticas como el Tai-Chi, algo de ecologismo, algo de alternativa al sistema capitalista –si bien para su difusión y negocio, que también lo hay, el capitalismo resulta bastante útil–, algo de añoranza de la tradición y de estilos idealizados de vida, su ración, cómo no, de psicología para andar por casa y de manual de autoayuda… También oposición al consumismo desaforado y elogios a la vida sencilla y a limitar las necesidades. Y fórmulas, muchas  fórmulas y consejos para aplicar a la vida cotidiana.

En el fondo –leo en uno de los sitios web– la filosofía consiste en hacer las cosas con calma y calidad. Dicho de otra manera, honrar el aquí y ahora, el presente. De ahí la preferencia por una concepción del tiempo no lineal, sino cíclico y la atención al aquí y el ahora… aunque parece inevitable en la vida humana cierta proyección de futuro, incluso entre quienes se adscriben a la cultura slow.

Coinciden en todo esto, por tanto, diversas tendencias y motivaciones y en esa especie de “caldo común” han ido apareciendo una multitud de asociaciones y grupos, en ocasiones de carácter muy local y en otras con cierta ambición de universales. Ahora bien, existen donde pueden existir, es decir en el mundo desarrollado y en las llamadas sociedades del bienestar.

Con notable honradez y capacidad de autocrítica uno de los articulistas promotores del movimiento se disculpa así al final de un post: ADVERTENCIA: Este artículo está escrito desde la OPULENCIA, un ordenador portátil, un cómodo piso y un frigorífico a rebosar. […] Hablaremos sobre muchas ideas para simplificar la vida y reducir el consumo, pero somos conscientes de que sólo podemos reducir los ciudadanitos que vivimos en el exceso. A todos los lectores que nos leáis desde países con escasez, PERDÓN, perdón y perdón. Veréis sugerencias que ya forman parte de vuestra vida por convencimiento o porque no tenéis otra opción. Al menos tomarlo con sentido del humor y como advertencia de qué modelo NO hay que seguir.

Cómo practicar

Hoy por hoy el gran maestro es el citado Carl Honoré, periodista y escritor canadiense cuyo Elogio de la lentitud es el libro de referencia para quienes se adscriben al movimiento.
Estos son algunas de sus máximas:

• No dejes que tu agenda te gobierne. Muchas cosas que te planteas ahora son postergables. Prueba y verás.
• Cuando estés con tu pareja y tus hijos o con tus amigos, apaga el movil.
• Tómate tiempo para comer y beber. Comer con prisas genera males digestivos y si la comida es buena y está bien sazonada, no la apreciarás como se debe. Este es uno de los placeres de la vida, no lo arruines.
• Pasa tiempo a solas contigo mismo, en silencio. Escucha tu voz interior. Medita sobre la vida en general. No tengas miedo al silencio. Al principio te será difícil, luego notarás los beneficios.
• No te aturdas con ruidos o mires televisión como si fueras una medusa petrificada. Escucha música con calma y verás que es bellísima. No te quedes frente al televisor porque sí.
• Haz un ranking de prioridades. Si lo primero que escribiste es trabajo, algo anda mal, vuelve a redactarlo. El trabajo es importante y debemos hacerlo, pero medita y notarás que no es lo más importante de tu vida.
• No creas eso de que en poco tiempo das amor. Escucha los sueños de la gente que amas, sus miedos, sus alegrías, sus fracasos, sus fantasías y problemas. Es una estupidez pensar que se puede amar una hora por día y basta con eso.
• No creas que tus hijos pueden seguir tu ritmo. Tu eres quien debe desacelerar e ir al ritmo de ellos. Recuerda que la conversación y la compañía silenciosa son los medios de comunicación más antiguos que existen.
• El virus de la prisa es una epidemia mundial. Si lo has contraído, trata de curarte.

Un autor de un blog personal partidario de este estilo de vida, Fernando Soler, comenta una famosa frase de Pascal de este modo: Ir por la vida como un pollo descabezado, corriendo de un lado para otro sin sentido, sólo nos conduce a un caos todavía mayor. (…) Nuestras vidas están organizadas de tal manera que carecemos de tiempo para nosotros mismos. Madrugones, atascos, aglomeraciones y horarios imposibles son el pan nuestro de cada día, y así no hay manera de que uno pueda dedicar un rato diario a estar a solas consigo mismo, sin hacer nada, tranquilo. Nos han inculcado que debemos estar siempre en continuo movimiento, que no hacer nada es perder el tiempo, pero en realidad eso no es cierto. No hay mayor pérdida de tiempo que emplearlo en tareas que no te realizan. Si todos los días dedicáramos veinte minutos, no hacen falta más, a estar a solas tranquilamente, sin música, sin televisión, sin internet, sin nada que nos perturbara los sentidos, tendríamos una claridad mental mucho mayor. Seguramente serían los veinte minutos mejor aprovechados del día.

Parece sensato, ¿no? Lo malo es aplicarlo. Sin embargo los partidarios de este estilo están convencido de que es posible: uno puede vivir slow en cualquier lado porque en el fondo es un estado de ánimo. Una persona inmersa en esa rutina frenética tiene que buscar momentos para reivindicar la lentitud. Pueden ser momentos pequeños. Simplemente, por ejemplo, apagar el teléfono durante ciertos periodos de tiempo o pararse durante el día y preguntarse si va demasiado rápido porque con mucha frecuencia vamos rápido no por necesidad sino por hábito, por miedo, por inercia…

Variantes en distintos aspectos

La lentidud o la simplicidad de vida puede aplicarse a distintos aspectos. Surgió como reivindicación de la alimentación tradicional, elaborada “a fuego lento” frente a la comida rápida de fabricación “industrial” y luego han ido surgiendo modalidades variadas.

Tal por ejemplo las Slow Cities en las que se busca el equilibrio entre modernidad y tradición. Los centros históricos son espacios peatonales en los que el tráfico y el ruido asociado desaparecen, fomentando el paseo tranquilo. Las grandes superficies son rechazadas en favor de pequeños comerciantes de la localidad, favoreciendo los productos autóctonos. Las casas se elevan al unísono, manteniendo la misma línea en las fachadas, altura y tejados. Los restaurantes elaboran recetas tradicionales del lugar a base de productos locales que son cultivados siguiendo los postulados de la agricultura y ganadería ecológicas, ideal para preservar el sabor de los alimentos, así como para favorecer los biorritmos de la tierra en función de la estación del año. El tiempo parece pararse para favorecer la reflexión existencial de sus conciudadanos y visitantes.

El movimiento de moda lenta Slow Fashion se basa en los mismos principios que el movimiento como alternativa a la ropa producida en serie. Inicialmente, el movimiento de moda lenta procuró rechazar toda la ropa producida masivamente, admitiendo sólo la ropa hecha a mano, pero ya incluye muchas interpretaciones y se practica de diversas maneras.

De algún modo, la Economía de trueque o el Intercambio participan del mismo deseo de vivir sin estrés.

De los elogios

Si teclean en un buscador Slow, encontrarán un buen número de sitios que tratan de este tipo de cultura. Si teclean Elogio de la pereza, Elogio de la lentitud, Elogio de la simplicidad e incluso Elogio de la tradición, también.

Yo he tropezado con un Elogio del fracaso. Ofrece algún punto de contacto en la crítica a nuestras prisas sin sentido.

Paco Segarra,creativo y socio de IdeoMedia TV., a própósito de los viajes programados de turismo frenético y lo absurdo que es recorrer kilómetros para fotografiar maravillas que  tenemos a la puerta de casa, dice en una de las entradas de su blog: ¿Usted se ha fijado en el árbol que tiene en su calle? Admírelo. Pasarán mil años y no habrá sido capaz de apreciar todos los matices de ese árbol: es distinto según las estaciones del año; es otro árbol si llueve o nieva o luce el sol; su color cambia, cada mañana, cada tarde, cada noche; suben o bajan hormigas por el tronco y, algunas veces, hay excrementos de perro en la tierra junto a las raíces y, otras, no. Luego están las hojas, distintas todas ellas, el universo entero contenido en una sola hoja. ¿No me cree? Coja una de esas hojas y contémplela… Es una maravilla. Tómese el tiempo necesario. Vuelva a mirar la hoja. […] Voy a hacer una comparación poética para que usted me entienda mejor: el árbol es su vida presente, su momento presente, su ahora; si usted se va del ahora, morirá: estará en el pasado o en el futuro, en los dos casos, ya se lo he dicho, habitará mundos que no existen más que en su imaginación. ¿Recuerda a Don Quijote? Es una novela muy divertida que nos habla precisamente de esto… ©


Virginia Fernández Aguinaco

Colaboradora de la revista Crítica


 

 

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El monográfico de éste número trata de definir, medir y pesar aquello que se nos escapa entre los dedos como granos de arena: El tiempo. En toda su amplitud, desde la perspectiva metafísica hasta la social, cultural y humana. Encuentre una fotografía de cómo pasa el tiempo a través del ser humano.


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